Editorial

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Editado en Bogotá D.C.

 

Se perfila una catástrofe social

La peligrosa mezcla del dogmatismo neoliberal con la escasez real de recursos del Estado, está a punto de producir una catástrofe social, bien por la quiebra de los hospitales públicos, o bien por el cierre real de las puertas de los hospitales a grandes sectores de la población colombiana.

Para el dogmatismo neoliberal, es claro desde un principio que no resulta rentable gastar en los pobres más allá de ciertas atenciones prioritarias, que producen altas externalidades y que en conjunto impiden que la mano de obra esté en condiciones de producir y se reproduzca adecuadamente. Tal como lo recomendara Friedrich Hayek, uno de los padres del neoliberalismo, ese calvinismo (y cínico clasismo o franco racismo) originado en la sociedad de Mont-Pelerín, que se disfraza de ciencia económica: "Es posible que la medida parezca inlcuso cruel, pero beneficiaría al conjunto del género humano si, dentro del sistema de gratuidad, los seres de mayor capacidad productiva fueran atendidos con preferencia, dejándose de lado a los ancianos incurables".

La escasez real de recursos del Estado, y específicamente de los dedicados al sector salud, mucho más flexibles en las crisis fiscales del Estado que cualquier otro, ha significado que el presupuesto nacional, mediante el Sistema General de participaciones disponga apenas de tres billones de pesos de los 65.7 del presupúesto nacional, es decir el 4.57% para la atención directa en salud de los 26 millones de colombianos pobres por ingresos.

Para el Régimen Subsidiado se destinan 1.344.000 millones, que se traducen en un percápita de 117.401 pesos para 11 millones de afiliados y la diferencia hasta 180.623, el valor de la UPC, es cubierta por el Fondo de Solidaridad, es decir 696 mil millones aproximadamente, donde el aporte del Presupuesto es cercano a los 120 mil millones.

Por otra parte, tan sólo 1.144.000 millones de pesos están disponibles para financiar la atención de la población pobre no asegurada  en los hospitales públicos del país, (aunque el Ministerio de Hacienda descuenta 375.000 millones para aportes patronales. Con estos dineros los hospitales públicos deben atender en los servicios no POS a los 11 millones de afiliados del Régimen Subsidiado, lo que debería significar al menos 50.000 pesos per cápita, para un total de 550.000 millones. Restarían por tanto 594.000 millones.

Con este saldo los hospitales deberían atender a 15 millones de colombianos en pobreza no afiliados al Régimen Subsidiado, pero cuatro millones aproximádamente cuentan con afiliación como trabajadores dependientes al Régimen Contributivo y tres millones de no pobres quitan los subsidios a los pobres, por lo que quedarían finalmente 14 millones de pobres para atender, lo que significaría un per cápita de 42 mil pesos aproximadamente, es decir menos del 12% de lo que vale la atención en salud de un ciudadano con un Plan de Salud completo según el Consejo nacional de Seguridad Social en Salud, es decir 350 mil pesos, sumando la UPC del Régimen Contributivo, los aportes para promoción y prevención que reciben las EPS y considerando mayor valor por afiliación en zonas especiales.

Pue bien, ante la crítica situación de contar apenas con 42 mil pesos per cápita para 14 millones de colombianos en pobreza, no asegurados, según lo certifican los mismos organismos del Estado, se aportan las siguientes soluciones:. 

Primero, sacar del Régimen subsidiado a los tres millones de no pobres, lo que es acertado pero según los estudios bastante difícil de cumplir, supngamos que se logre sacar a dos tercios de ellos con gran esfuerzo, se reducirían los pobres no afiliados a 12 millones. El per cápita para atenderlos en los hospitales ascendería a 50.000 pesos. 

Y aquí surge el dogmatismo neoliberal con sus propuestas: La primera de ellas consiste en decretar que tan sólo existen16 millones de colombianos pobres, (los más pobres de los pobres) de modo que los demás pobres (no tan pobres) no los vamos a tener en cuenta (cualquier sistema de seguridad social que redistribuya el ingreso es una porquería para Friedman): Surge la focalización y de esta forma sólo quedan cinco millones de pobres por atender  y el per cápita ascendería a 119 mil pesos, con lo que se igualan casi las participaciones para los 11 millones de afiliados. 

Siete millones de personas, sin recursos suficientes por definición para cotizar al Régimen Contributivo y eliminados de esta forma del Subsidiado, dejan de ser contados tanto por los recursos de demanda como por los recursos de oferta para los hospitales (ver documento CONPES sobre política hospitalaria). Es decir que estos ciudadanos deben pagar sus servicios de salud. Cabe señalar que sólo el 10% más rico de la población está en capacidad de financiar la atención hospitalaria. De modo que en este punto se va constituyendo la catástrofe social.

Eliminados estos ciudadanos incómodos de las cuentas del sector salud y de las responsabilidades del Estado (por Ley 100 pertenecen al Régimen Subsidiado y deberían ser objeto de subsidios parciales, pero al modelo neoliberal aplicado jamás le ha interesado lo aprobado en la Ley 100 sino el modelo original diseñado de subsidios a los más pobres), surge otra mágica salida del neoliberalismo. Los pobres sólo requieren atención de las enfermedades que afecten más gravemente los años de productividad y mejor aún si estan se evitan y sólo se hacen planes de prevención, pues una vez enfermos y ancianos ya la inversión no merece la pena. 

De este modo se puede reducir la UPC y el POS para los pobres a más o menos un tercio del POS aprobado para los ciudadanos del Régimen Contributivo (al fin y al cabo son los más pobres) y las cuentas definitivamente cuadran. Con los 1.344.000 pesos de demanda, más al menos la mitad de los 1.144.000 que hoy llegan a los hospitales, es decir 572.000 millones, se reunen 1916 millones, que divididos por los 16 millones de pobres nos dan exáctamente 120 mil pesos per cápita (40 dólares) y todos los pobres quedan en el Régimen Subsidiado con este per cápita, atendidos de las más importantes enfermedades del país. (ver Plan de Desarrollo).

De esta forma se pueden desaparecer todas las demás enfermedades y atenciones hospitalarias poco costo efectivas en el mismo sombrero de mago que las siete millones de personas que no eran tan pobres. Definitivamente los neoliberales son unos magos. Pero al revisar el ilusionismo, este consiste simplemente en negar totalmente el derecho a la atención médica a siete millones de colombianos y parcialmente, para todas las enfermedades que no nos interesen (cuya atención no resulte rentable) a otros 16 millones de colombianos. 

Entre estas tesis y el racismo de los fundadores del neoliberalismo (cínico clasismo si se quiere ser moderado) no hay ninguna diferencia. Con ellas se justifica que los escasos recursos que se asignan al sector salud son más que suficientes. El resultado indudable de la mezcla de la grave escasez de recursos fiscales y este dogmatimo producirá sin duda una catástrofe social y hospitalaria.

 

Febrero de 2003


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