Editorial

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Editado en Bogotá D.C.

Es necesario recuperar la dignidad

La atención médica en el país se está convirtiendo en un despropósito en manos de agentes del sector económico, cuyas actuaciones no sabemos si definirlas como consecuencia del desprecio, como resultado de la ignorancia o como producto del temor a todo lo relacionado con la medicina y los médicos.

Las recientes denuncias de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas, como las reiteradas del sector hospitalario público y de las asociaciones de profesionales de la salud, sobre el comportamiento de las aseguradoras, siguen sin ser escuchadas por el Ministerio y el Gobierno.

Entre tanto prospera, en contra de los mismos postulados de la reforma, la  integración vertical, que da al traste con la defensa del usuario por parte de las empresas promotoras, convierte al asegurador en juez y parte, impone conductas contrarias a la ética médica a los profesionales de la salud y promueve estímulos perversos a través de contratos como la capitación en los niveles superiores de atención, poniendo en grave peligro la calidad de atención y la misma vida de los pacientes.

Las clínicas y hospitales, apretadas al máximo por la posición dominante de las aseguradoras, no han podido invertir en el necesario desarrollo tecnológico, mientras las EPS se llevan parte del dinero que debería destinarse a pagar la prestación de servicios hacia inversiones propias, sin que el Gobierno y el Ministerio se pronuncien.

Ni hablar de los salarios de los profesionales de la salud y las formas de vinculación laboral propuestas incluso desde el mismo Ministerio de Salud y replicadas por todos los actores, que a decir de un lider del sector acaban convirtiendo al médico en un pobre trabajador de subsistencia, sin dinero, sin prestaciones sociales ni seguridad social real, sin prestigio, sin orgullo profesional, sin capacitación ni actualización. ¿Acaso no piensan -señalaba- que mañana los va a operar a ustedes un médico en ese estado de depresión?

Sabemos por todos los indicadores que la salud pública tambien se fue al traste, después de ser reducida a la mínima expresión en su conceptualización,  por errores absolutos de la Dirección del Sistema. Al mismo tiempo postulados de costo efectividad originaron la debacle inicial del Régimen Subsidiado.

Ni siquiera el aseguramiento se salva, en el sentido de que el propósito nacional de un seguro de salud igual y completo para todos los colombianos se ha traducido tristemente en la más absurda segmentación entre la población en relación con el derecho a la atención médica.

Igualmente se acabó con la información sobre la morbilidad por consulta y egresos y sobre las causas de muerte de nuestros compatriotas, y en consecuencia con las posibilidades de planeación en salud, en función de ciertos intereses oscuros que impidieron que las Direcciones Seccionales de Salud recibieran la información sobre la prestación de servicios.

Lo que faltaba para llevar al traste el Sistema entero es el recien expedido decreto de calidad, donde para medir la calidad de la atención en salud ya la ciencia médica no cuenta, ya las escuelas científicas tampoco. Los protocolos científicos (y su valoración por expertos internacionales en términos de eficacia y costos), son desconocidos y lo que hagan los médicos no tiene importancia alguna. Ahora la calidad de la atención médica va a ser determinada por el ICONTEC y otras entidades medidoras de eficiencia en términos de productividad. 

Van a acreditar las instituciones médicas en Colombia no como se acredita la Clínica Mayo, y todas las instituciones con prestigio en salud en el mundo, por su calidad científica, sino tan sólo en función de la eficiencia y productividad (visión de costos no relacionada en absoluto con la calidad) y de una mal entendida satisfacción del consumidor, tal como se evalúan las fábricas de zapatos o las de galletas. Por ello los premios se los puede llevar, como se los ha llevado,  un hospital que cierra el servicio a los ancianos, porque cuestan mucho, causan estancias prolongadas y resultan poco rentables. Si esto es eficiencia, que horror..

En suma, lo que nos ha sucedido en el sector salud puede resumirse en una parábola: un chef con mucha fama contrata un contador para que le ayude a llevar las cuentas del restaurante y este acaba metiendose en la cocina y decidiendo como preparar los alimentos, determinando que en lugar de pato a la naranja sirva gallina a la naranja por resultar mas eficiente en términos de costos, que en lugar de pan con mantequilla se introduzcan arepas con margarina en razón de costos, que en lugar de carne de vaca se utilice carne de caballo, que esta salsa resulta más económica que esta otra, que se ponga un dispensador de turnos en la entrada, que se cobre más a los gordos y se suprima el servicio de parqueadero, etc., etc..

La realidad que muestra la parábola sólo sería posible en un mundo tan absurdo como el que nos proponen, en que la acreditación del restaurante no la hicieran los gourmets sino connotados analistas de costos, eficiencia y productividad.  ¿Desprecio, ignorancia, o temor a todo lo relacionado con la medicina y los médicos? ¿Que está sucediendo? ¿Por qué no se asesoran al menos de médicos expertos en formulación de protocolos?

Es hora en consecuencia de señalarles, con firmeza, que no deseamos seguir por caminos tan absurdos, que es preferible que se lleven su corta visión a otra parte, que se lleven la esquizofrenia a otro sector, que nos dejen recuperar nuestro sector salud, que nos dejen ejercer la medicina, que nos permitan recuperar la dignidad de la profesión y la dignidad de las instituciones de salud. Por el bien de todos los colombianos que han de ser algun día pacientes.

 

Octubre de 2002


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