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POBREZA, DESARROLLO Y SALUD

 

Por: Alberto Vasco U.

Ponencia presentada como invitado especial en el Congreso Internacional SALUD PARA TODOS.  DESARROLLO DE POLÍTICAS EN SALUD PÚBLICA PARA EL SIGLO XXI. Medellín, Diciembre de 1999


Ha sido clásico el tratamiento de la relación Salud y Desarrollo, como una especie de paradigma, o teoría explicatoria, tanto del desarrollo social, como del concepto mismo de salud. En alguna forma el llamado desarrollo es una de las formas de referirse a los países desarrollados, a los países ricos y por lo tanto el subdesarrollo se asimila a los países pobres.

El tema de, Pobreza y Desarrollo, sugiere al observador desprevenido una contradicción. El tema debería ser, de acuerdo a lo anteriormente expuesto, Riqueza y Desarrollo.

Los términos del mismo nivel serían; Riqueza, Desarrollo y Salud, ó, Pobreza, Subdesarrollo y Enfermedad. Si planteamos los términos en pares contrarios, obtendríamos, Riqueza, Pobreza; Desarrollo, Subdesarrollo; Salud, Enfermedad.

La formulación de pares contrarios ha sido un abordaje importante en la historia del pensamiento tanto en lo social como en lo biológico y lo médico, pero en el fondo es toda una concepción del mundo que se mueve entre la idea del bien y del mal, como la gran contradicción.

Si agregamos este nuevo par nos quedaría: Riqueza, Desarrollo, Salud, el Bien, ó Pobreza, Subdesarrollo, Enfermedad, el Mal.

Existe la tendencia a hacer una lectura según la cual el mensaje a entender es: Riqueza es desarrollo, es salud y es el bien y por lo tanto lo contrario debe entenderse: pobreza es subdesarrollo, es enfermedad, es el mal. Estamos en presencia de una cierta y particular forma de explicar el mundo, de una teoría para entender las condiciones de vida y la vida misma de las personas.

Estas afirmaciones se basan en el supuesto de que la riqueza es lo contrario, lo opuesto a la pobreza, el subdesarrollo lo es al desarrollo, la salud a la enfermedad y el bien al  mal.

Personalmente pertenezco a una tradición ético filosófica según la cual, no es posible  ser solamente malo, ni solamente bueno; de una tradición socioeconómica en la que la riqueza no puede entenderse sin la pobreza; de una corriente sociopolítica en la que no puede explicarse el desarrollo sin el subdesarrollo y me adjudico, ser pionero en la tesis de que no hay salud sin enfermedad y de que, felizmente, no existen los sanos.

Quizá desde esta perspectiva, el análisis de la pobreza nos permita comprender sus relaciones con la riqueza, con el desarrollo social y con las condiciones sanitarias de la población, que es lo que nos proponemos demostrar.

He dedicado buena parte de mis esfuerzos, en el campo teórico, a demostrar que detrás de esta supuesta teoría - la que relaciona la riqueza, con el desarrollo, con la salud y con el bien -, o su contraria, el tristemente famoso círculo vicioso de la pobreza - es decir que la pobreza es producida por el subdesarrollo, por la enfermedad, por la pereza -, se oculta una tautología, es decir, que se trata de conceptos que se definen mutuamente, o dicho de otra manera, que el unos contienen, por definición, a los otros, razón por la cual no se trata de ninguna teoría, sino de una burda simplificación de un problema más complejo y hoy en día cada vez más importante de comprender, si se quiere realmente superar.

¿Qué es la pobreza?

Cuando se me formuló la invitación a participar con ustedes en esta reunión, debo reconocer y así lo manifesté por escrito a los organizadores, mi extrañeza por el tema propuesto.

En primer lugar, por perspectiva teórica, filosófica y política, siempre he pensado que la categoría pobreza y la condición de pobre, esta cargada de contenidos culturales e ideológicos que la hacen difícil de utilizar en el análisis socioeconómico, prefiriendo referirme a las personas con relación a la forma como se vinculan a la sociedad, la forma como se relacionan con los demás miembros de la sociedad o el grupo, y en particular, en la forma como están vinculados o no al proceso productivo en su concepción más amplia, es decir en la producción y reproducción biológica, de bienes, de servicios, de organización político administrativa y de cultura.

A pesar de esta dificultad, de lo poco claro del concepto, de sus múltiples interpretaciones y significados tanto en el lenguaje académico como en el lenguaje común, he decidido aceptar referirme a dicho concepto, entre otras razones, por su extendido y permanente uso y porque ya hemos tenido que inventar incluso, una categoría de estratificación social referida y llamada, por debajo del nivel de la pobreza.

En segundo lugar me preguntaba: ¿Será posible que después de treinta y cinco años de vida de una institución como la Facultad, este tema de la pobreza sea aún de interés, cuando ya los conflictos sociales y la forma de resolverlos parecen resueltos, y las viejas respuestas, las de los marxistas por un lado, yacen sepultadas por los escombros del muro que construyeron y las de los cristianos por otro, están devaluadas mientras están dedicados a  adorar al buey Apis?

¿Qué interés puede tener la pobreza y qué relación puede tener, de importancia, para el desarrollo y la salud pública,  un concepto que hace parte del lado obscuro de la vida, que desaparecerá cuando impere el reino de la riqueza, así como el mal desaparecerá cuando impere el reino del bien?

Es cierto que hace unos doscientos años, Marx escribía el Manifiesto Comunista y Hans Christian Anderson describía a su manera, La vendedora de Cerillas, y hace dos mil años Jesús de Nazaret anunció un discurso en favor de los pobres y los desposeídos, pero evidentemente estos discursos están hoy bastante venidos a menos.

Qué sentido tiene este pensamiento, al parecer obsoleto, si en el fondo las actuales teorías acerca del desarrollo social y económico, lo que proponen, o mejor, postulan, es que el incremento de la  riqueza, en sí mismo, será tal que  en un momento dado y por abundancia, se distribuirá en el conjunto de la población y en el conjunto de la sociedad, en la misma forma como una fuente de tanto producir agua termina derramándose, analogía utilizada como explicación con demasiada frecuencia.

La idea de la fuente inagotable está muy arraigada en nuestra concepción del mundo, tanto la judeo cristiana, en su visión homocéntrica del mundo, como incluso en la marxista en la que las fuerzas productivas parecen no tener límite.

El desarrollo de la ciencia nos permite hoy tener elementos para superar tanto al homocentrismo biológico, como a la idea de lo ilimitado de los recursos productivos, o al menos para intentarlo.

El concepto de "outless limit", ese límite externo, y en general el conocimiento de la naturaleza a partir de una visión ecológica, nos obligan a reflexionar sobre el conjunto de la vida en la tierra, la delimitación de sus recursos y la interrelación, a veces curiosa y a veces paradójica, entre todas las formas de vida.

El desarrollo actual del pensamiento humano en su conjunto, la ciencia, la filosofía, la cultura religiosa y la tecnología, nos está obligando, felizmente, a repensar la vida, la sociedad, o como siempre insistí tanto en mis cursos y aun lo sigo haciendo, en la necesidad de preguntarse acerca de la realidad.

Analicemos el concepto desde diferentes aproximaciones.

Pobreza y religión

En el terreno de las concepciones ideológico religiosas, la transformación en la concepción del mono, es notable y digna de tener en cuenta sobre todo en una país y en una sociedad como la nuestra.

De una forma global, la idea de un dios único, de una fuerza espiritual, se abre paso sobre la idea de un dios propio, tan importante para el mundo católico. Se comienza así a derrumbar la idea de que el mundo no cristiano es despreciable y como allí reside lo que se denomina la pobreza en sus formas más espectaculares y aterradoras, la explicación muchas veces inconsciente, de que esa pobreza se debía a su condición de no católicos comienza a derrumbarse y a plantear nuevos interrogantes.

Efectivamente se pensaba y aún se piensa que para sacar a la gente de la pobreza, lo que hay que hacer en primer lugar es convertirla al cristianismo al dios propio, donde resulta que el cristianismo es además de un decálogo ético y moral, un manual más o menos burdo de lo que para occidente es la vida moderna.

Pobreza religión y desarrollo

Hoy se plantea el problema en una forma mucho más concreta sin que ello signifique que sea mejor. Se ha separado y eso está bien, el concepto de desarrollo económico de las formas políticas, económicas, culturales y religiosas de los pueblos. Se puede vender coca cola en una país islámico, en la pobre y desconocida África o en la enigmática China. Se acepta que  es respetable toda idea de dios y el espíritu ecuménico acompaña, ahora, al concepto de globalización y a la idea de un mercado mundial sin límites.

Dicho de otra forma, antes se necesitaba ser cristiano para beber coca cola y ahora no. Lo ecuménico ya no es pues el cristianismo, sino el mercado. Del imperio cristiano se pasa al imperio económico. O al imperialismo como preferimos decir algunos.

Pero dentro del mundo cristiano también se plantea que el mundo católico es más atrasado y más pobre, con relación al mundo cristiano mal llamado protestante. Sobre este tema Max Weber teorizó con propiedad e incluso en Colombia, algún ex presidente la asumió como una teoría importante para entender la situación del país.

Efectivamente se puede constatar de forma empírica que los países con predominio de  confesiones lutero calvinistas, son en general, más desarrollados, más ricos que aquellos en los que predomina la religión católica.

Esto significa que según el autor mencionado, el problema no es tanto de tipo religioso en general, sino que la asociación con la riqueza se atribuye al calvinismo en concreto.

Ciencia y religión

No sólo ha habido cambios en el campo doctrinal sino en la relación de la doctrina con el pensamiento científico.

El hecho de que la iglesia católica reconozca que la evolución es una explicación posible de la vida en el mundo, es una situación de la mayor importancia en la medida en que todo cristiano o mejor toda persona influida por la cultura juedo islámico cristiana, como yo, nos vemos obligados a repensar el significado del conjunto de los mensajes y explicaciones bíblicas y religiosas, no como creen algunos para enterrarlas y despreciarlas, sino quizá para extraer de ellas un mensaje diferente, el mensaje del mito en la forma freudiana, o de Thomas Man, es decir como una forma particular de registrar la historia de la cultura de la humanidad, en la que el tiempo o mejor la cronología, quizá no es lo más importante.

Lo religioso debe entenderse en esta perspectiva como un aspecto de la vida social de la mayor importancia, si se quiere comprender una realidad socioeconómica concreta y no como una simple esfera de la vida social a la cual no tienen acceso, ni deben tenerlo, sino los sumos sacerdotes. Lo religioso es entonces, a mi juicio, un aspecto esencial para la comprensión de la vida social en general, de la política y en particular, de lo económico como concepto global y a la economía en concreto, en el ámbito mundial y en el caso colombiano, donde esta aspecto está particularmente ligado a la política y a la economía y por qué no decirlo, a la pobreza.

El estudio y la comprensión de los aspectos religiosos ha sido hecho entre nosotros con grandes limitaciones, entre otras cosas porque al ser todo el mundo católico confeso, se piensa que existe una homogeneidad a ese respecto, lo cual es totalmente falso. El estudio de diferentes creencias y actitudes, así como los tipos de formación y de práctica religiosa, en la vida cotidiana, dentro de ese amplio e indefinible “ser católico”, estudiados detenidamente y en relación con otros aspectos de la vida de las personas, nos serán de gran utilidad a la hora de entender y explicar muchas actitudes hacia nosotros mismos, en salud por ejemplo, y hacia los demás, hacia las relaciones sociales con nuestro entorno.

Otro cambio destacable ha sido la desaparición del cielo y del infierno como lugares físicos por fuera de la existencia universal, lo cual no es asunto de poca monta ni ajeno a lo que venimos comentando. ¿Que debe entender hoy el mundo cristiano, el de los ricos y el de los pobres, de frases como, "los últimos serán los primeros" ó "de los pobres estará lleno el reino de los cielos" ó "más fácil entra un camello en el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos"?

En otras palabras, vuelve a tener vigencia la pregunta acerca de quiénes somos, en dónde vivimos y para dónde vamos,  pero ahora con la necesidad al menos en términos religiosos, de referirnos a un mundo más inmediato, más terrenal.

Desde el punto de vista cristiano surgió, sobre todo en su forma calvinista, la idea de la autonomía individual, lo que en religión significó un cisma con respecto a Roma, pero que en economía sentó las bases para la idea de un consumidor soberano e independiente, en un mercado infinito de posibilidades.

Desde el punto de vista católico en particular, los nuevos planteamientos significan, o deberían significar, que el cristiano no debe ni puede enajenar su existencia en aras de una vida posterior, lo que debería obligar a algunos y permitir a otros, plantearse el problema de la pobreza y de los pobres en una forma diferente.

Religión, política y pobreza

La idea de una igualdad como punto de partida, como situación original en la existencia humana, tan significativa para el mundo cristiano, surgió hace dos mil años precisamente como una reivindicación en un mundo de esclavos. Fue la ideología de una profunda subversión, según la cual la pobreza era una posibilidad de dignificar la existencia así fuera en la otra vida. Lo que se negaba en el fondo era que la condición de esclavitud era natural, y por el contrario a que lo natural era la igualdad ante dios.

Este discurso sin embargo se ha ido modificando en una forma por lo menos curiosa.

La igualdad como condición representada bucólicamente como la igualdad de una grey, condujo a una pérdida de la identidad individual o mejor a una perdida del peso específico del individuo en la sociedad, situación que redujo la vida política a un problema entre señores, siervos, sacerdotes y reyes todos unidos en el mismo rebaño de dios y por supuesto dirigido por sus pastores o representantes.

Se comenzó a deslizar el concepto de igualdad ante dios, hacia el concepto de igualdad en la tierra, una igualdad de hecho, una igualdad como condición básica e inicial de la vida, para lo cual fue necesario reivindicar la idea de la individualidad. La idea de un rebaño dirigido por uno o varios pastores, todos representantes de dios, comenzó a ser sustituida por una sociedad compuesta de individuos con autonomía y libre albedrío. La protesta de Calvino y Lutero ante el poder por lo demás corrupto de Roma, se abrió paso para dar piso a una nueva concepción religiosa, más acorde con la nueva idea liberal de la igualdad promulgada por la Revolución Francesa y del papel del hombre en la tierra.

De la idea de la igualdad de los hombres ante dios, se pasó a la idea de que los hombres son, somos iguales. Somos individuos iguales. Esta idea de la igualdad como punto de partida de la existencia tiene dos efectos fundamentales. Uno teórico, digamos positivo, según el cual la igualdad se debe traducir en unos derechos de cada ciudadano, en los derechos humanos. Pero también en una condición práctica según la cual la igualdad inicial deja a la condición individual la explicación de cualquier resultado concreto de una vida en particular.  Se hace énfasis en la igualdad a pesar de constatar las enormes diferencias sociales existentes.

En otras palabras se acepta en la teoría la igualdad, pero se enfatiza en las diferencias individuales a la hora de explicar las desigualdades. Surge así una especie de efecto perverso de la idea de igualdad, cual es el de considerar las desigualdades especialmente en la vida económica y política, como un resultado de la mala administración individual de aquella igualdad original.

A una persona le va mal, si es pobre, y es pobre porque no ha administrado bien su potencial de igualdad, con lo cual además de tener el defecto de ser pobre, empieza a ser culpable de serlo.

En esta forma, de paso, se explica la riqueza, el éxito, por la habilidad individual para conseguirlo. De repente, en dos mil años, la condición de rico, ha pasado de ser un obstáculo para ingresar al reino de los cielos, a ser la principal virtud de una persona.

El pobre empieza a ser considerado ya  no como aquel digno de una limosna, de una caridad que enaltecía a quien la daba, sino como una persona más o menos despreciable a quien se le recrimina su condición de pobre, pues se supone que es tal, porque es una persona perezosa, porque no trabaja, y en el fondo, porque no es capaz de aprovechar las oportunidades que el buen dios, desde el punto de vista cristiano, o su condición de individuo igual desde el punto de vista laico, le han dado.

Economía y pobreza

La economía surge como una disciplina moderna en la medida en que fue necesario superar la explicación de la sociedad como un rebaño con una división del trabajo entre siervos, artesanos y poseedores del conocimiento y el poder.

La innovación científica y el desarrollo tecnológico potenciaron de tal forma el trabajo humano que su capacidad de generar excedente creó una situación nueva que debía ser explicada.

La aparición o mejor el incremento y evolución del mercado, como resultado de nuevas y más abundantes formas de producción, centró la atención de los economistas clásicos, para señalarlo como el escenario a través del cual se desarrollan las relaciones entre los hombres y la naturaleza. En el estudio de aquel mercado, se detectaron desigualdades relacionados con la forma de producir, y no simplemente como formas de ser, y muy pronto, desde Hobbes, el concepto de clase social emergió como una forma de referirse a esas diferencias.

La economía explicaba la producción, la riqueza, el excedente, pero su interés por la pobreza llegó a ser marginal. El desarrollo del capital en su fase temprana empleaba a la pobreza , a los pobres como fuerza de trabajo, incluyendo a mujeres y niños, lo cual dio un lamentable resultado en la medida en que se puso en peligro la existencia misma de esa mano de obra. Fue pues necesario establecer condiciones específicas para los trabajadores, crear escuelas para que los niños no trabajaran, se inventó la niñez, se establecieron algunos límites al trabajo físico de las mujeres y se fue, aceptando poco a poco el derecho de los ancianos a no trabajar.

Sin embargo el interés por la pobreza en si misma fue secundario y sólo se registró a través del arte, la pintura y la literatura en lo que a la postre se identificó como la miseria. Es el mundo de los miserables. Es el mundo al que hoy nos ha hecho asomar, "La vendedora de rosas" y al que se habían referido Víctor Hugo y Christian Anderson desde hace más de ciento cincuenta años y que para sorpresa de algunos y beneficio de muchos, hoy sigue vivo y presente.

No fue pues Marx quien descubrió o inventó las clases sociales ni al proletariado. Si intentó explicar su existencia y proponer una salida. En otras palabras introdujo como parte importante del análisis económico, de Lo Económico, o Lo Capital, a la antítesis de la economía, es decir al trabajo y no al capital y la tecnología, y a la pobreza y no sólo a la riqueza.

Redefinió Lo Económico, como la forma básica o determinante de las relaciones entre los hombres y no entre estos y la naturaleza, identificó la participación en el proceso social de producción y reproducción, como causa de desigualdades que niegan de hecho la idea de igualdad como algo a priori, de las condiciones reales en las que se desarrolla y se puede desarrollar la vida de un individuo y su grupo de pertenencia, concretó el concepto de clase, con relación a una polaridad entre dueños de medios de producción y proletarios dueños exclusivamente de su cuerpo, de su fuerza que deben vender, como la polaridad básica y determinante, sobre otras diferencias, otro tipo de formas de existir y de vivir, como  los intelectuales,  los indígenas y  algunos campesinos.

El alto grado de abstracción de estos conceptos, seguramente ha llevado a que en la práctica, las corrientes marxistas y quienes las combaten, hayan desestimado el análisis de la pobreza en si misma, se hayan referido al proletariado como un conjunto más o menos impersonal de trabajadores que tienen importancia por el conjunto y no por los individuos, una visión en el fondo y en la práctica muy cristiana, seguramente a pesar su autor.

Encontramos entonces que desde las diversas corrientes del pensamiento económico se ha hecho una distinción entre la economía formal con patrones y obreros, y el resto de la vida social, en la que campesinos y pobres o marginados, parecen pertenecer a un mundo aparte, un mundo en alguna forma equivocado, que constituye en sí mismo un lastre a la vida social y a la economía misma.

Conocimiento, economía y pobreza

En la actualidad, esta distinción entre los grupos sociales, las clases, con base en su ubicación con respecto a los medios de producción, ha tomado un rumbo cualitativamente diferente en la medida en que la riqueza no se asocia a la tenencia de los medios de producción exclusivamente, sino que gracias a la tecnología, a la cibernética y a la informática, es posible acceder a esa riqueza a través de la apropiación de conocimientos en estas materias. La idea es que, reforzando la ideología individualista, el acceso a la riqueza depende de la capacidad individual de apropiarse de un conocimiento, de la "inteligencia" de cada individuo, conocimiento que al parecer no tiene ninguna base económica o política, sino que es el fruto del desarrollo abstracto de la ciencia y de la tecnología. La pobreza por el contrario es una condición propia no sólo de los perezosos, sino además, de los brutos.

Estanislao Zuleta decía que le llamaba la atención que se hablara de inteligencia como la cualidad de quienes se han podido dedicar a pensar y no se hablara por ejemplo de la "caminancia" como la virtud de quienes se ven obligados a caminar todo el día.

Se plantea entonces un problema importante cual es el de determinar el carácter social o individual del conocimiento científico y de su aplicación tecnológica. ¿Es un computador un medio de producción? ¿Es el conocimiento un salto cualitativo de la mente y el espíritu, sin una base material? O es además, el resultado de un trabajo social acumulado.

La información y la comunicación ¿son formas de producción? Es decir, ¿son formas de producir valor en la economía, o son simples formas de agregar valor a una mercancía para el mercado? ¿O son formas más o menos sofisticadas y aparentemente legítimas de apropiación, a través de las cuales lo que ocurre simplemente (o complejamente) es que se incorpora valor agregado a un objeto?

La respuesta a estas preguntas ha de ser importante para encontrar nuevos rumbos en el análisis de lo social y lo económico en los actuales rumbos de la vida de nuestros países, sin embargo no tener una respuesta acabada o satisfactoria,  no nos debe servir de disculpa para posponer otros análisis que nos permitan mejorar nuestra comprensión de los problemas actuales.

Pobreza y marginalidad

Lo anteriormente expuesto parece conducir a aceptar que la vida económica y política tiene su centro, su determinación en la esfera de la producción y apropiación formal de la economía, mientras la pobreza y la marginalidad son obstáculos no deseados para acceder al desarrollo.

Me atrevo sin embargo a formular una vieja pregunta. ¿Será posible entender la riqueza sin la pobreza? ¿La economía depende exclusivamente de la producción formal?

Me refiero a un tipo particular de riqueza, es decir  a las formas actuales de apropiación  de inmensas cantidades de dinero, a una riqueza especulativa, a los capitales golondrina, a la manipulación de los precios y de las tasas de intercambio, y en general a aquel enriquecimiento ajeno a la producción misma de bienes y servicios.

Quizá sea el momento de asumir el análisis del conjunto de la sociedad no sólo desde el punto de vista de sus estratos o componentes, los ricos y los pobres, sino también desde el punto de vista de su distribución geográfica, las regiones y los países y de las diferentes economías, la formal y la informal.

Comienza a haber intentos teóricos y académicos serios, por involucrar la llamada economía marginal en la explicación del conjunto del desarrollo económico. Mi pregunta es ¿es realmente una economía marginal? O es un componente esencial y necesario del desarrollo de la economía formal.

Pobreza y Geografía. Geografía de la pobreza

Uno de los aspectos que refuerzan empíricamente la separación en el análisis de la pobreza del de la riqueza es su ubicación geográfica. Existen lugares en donde vive la pobreza y lugares en donde existe la riqueza. Esta distinción territorial se especifica en la existencia de los países ricos y la de los países pobres, lo que, ubicándolos por ejemplo con relación a la línea ecuatorial, lleva a la conclusión de que la riqueza se asocia con el Norte y la pobreza con el Sur.

La historia de mediados del milenio, es la historia de los países coloniales, los imperios, y las tierras colonizadas. El desarrollo socioeconómico alrededor de la llamada revolución industrial desarrolló formas específicas de producción, de desarrollo del capital y además, de una nueva distribución geográfica según la cual aparecen unos países ricos y otros pobres, como una especie de distribución natural de la riqueza geográfica, en un curioso olvido, una especie de Alzheimer social, de la triste y depredadora condición colonialista.

En los años sesenta la discusión acerca de la explicación del subdesarrollo de algunos países, insistía por una parte en aspectos geográficos, religiosos, culturales o psicológicos y por otra en establecer el nexo colonial como la explicación del resultado de una acumulación en la metrópoli y de la pobreza en la periferia. La sombra del concepto de monopolio y de Imperialismo, como lógica consecuencia de la colonización y necesidad básica del desarrollo capitalista según Marx, centró el análisis de la explotación, o de la distribución de la riqueza, en un problema entre países, desestimulando el análisis de las realidades internas en cada uno de ellos. En otras palabras se pretendió explicar la vida social y económica a partir de una perspectiva predominantemente de política internacional, de un factor externo.

La idea de que la pobreza es de otro lugar, de otra región o de otro país, resulta casi indispensable para los países llamados ricos, y sobre todo para sus habitantes ricos, entre otras razones porque así se puede explicar que la pobreza de afuera, no tiene nada que ver con la situación de riqueza de dentro.

Aceptar que la actual y particular distribución física de la riqueza y de la pobreza obedece a causas comunes a todos los países y a la forma como se han relacionado, resulta difícil de aceptar y sobre todo muy incómodo.

Como resultado adicional de la idea de que la pobreza es algo propio y natural de los otros, en un mismo país y en una misma ciudad, coexistimos con la pobreza, con la firme convicción de que ella existe sin ninguna relación con nuestra forma particular de vivir.

Globalización y pobreza. La pobreza migra

Pero en la actualidad el panorama es significativamente diferente.

Si por un importante período de tiempo en este siglo el énfasis de la política y la economía se realizó a partir de entidades nacionales, la necesidad de abrir mercados exigida por el desarrollo del capital, llevó al comienzo de una eliminación progresiva de barreras, que expandieron el límite de los mercados por encima de aspectos nacionales o culturales, produciendo entre otros varios efectos de gran significación.

Uno de ellos fue el desmoronamiento del llamado mundo comunista, tanto desde el punto de vista político como desde el punto de vista económico, al no poder competir con una ampliación del mercado de los países occidentales e incluso a la irrupción de este mercado en su propio territorio físico.

La caída del muro de Berlín fue el símbolo del deterioro de una alternativa aparente de desarrollo, pero al mismo tiempo fue la apertura definitiva a un proceso de globalización de la economía cada vez más necesario e imparable y en el que la persistencia de dos tipos de economías y dos formas de mercado resultaron insoportables e imposibles.

Los efectos de la globalización se han ido presentando de forma progresiva, aunque sus implicaciones ideológicas y culturales sigan siendo un tanto contradictorias.

Se postula el libre comercio, pero se establecen barreras arancelarias de acuerdo al tipo de país y al tipo de producto, y con relación a los recursos humanos, a la población, se ponen toda clase de trabas para su libre movimiento.

Por una parte, se genera en la economía un proceso de integración, acumulación y monopolio desconocidos hasta ahora. La liberalización de la economía en vez de producir una competencia perfecta, lo que conduce es a un desarrollo del monopolio.

El desarrollo de  monopolios supranacionales, genera a veces conflictos entre empresa y nación paro casi siempre coloca a la nación al servicio de la empresa. En los años sesenta se hablaba de imperialismo como un proceso político nacional. Hoy quizá debemos, al hablar de globalización, referirnos a un imperialismo económico, que entre otras cosas es al que Marx se  refería, al señalar la necesidad del capital de homogeneizar y ampliar el mercado.

Por otra parte, el derrumbe de las barreras comerciales, conduce poco a poco al derrumbe de los obstáculos que impiden y controlan las migraciones, con lo cual, paulatinamente, la pobreza de los países ricos hasta ahora mantenida fuera de sus territorios nacionales, empieza a hacerse presente como en una invasión de los hoy ciudadanos libres, pero desgraciadamente pobres, al territorio de la riqueza.

El fenómeno es particularmente llamativo en Estados Unidos y Europa, pero es un viejo fenómeno presente en la historia interna de todos los países y particularmente del nuestro.

Alfredo Molano ha descrito en detalle y con maestría la forma como la pobreza ha migrado internamente en Colombia en los últimos sesenta años, un fenómeno que ni siquiera el actual tema de la paz y su discusión en aquellos territorios hoy "despejados" nos ha permitido comprender, ni menos aceptar en su verdadero significado, significado que  entre otros aspectos implica la demostración de las enormes riquezas que surgen a través de aquellos territorios miserables a través de una economía pobre e informal.

A finales del siglo pasado y principios del presente, la cultura cafetera con su familia expulsadora de sus hijos menores, había penetrado en todo el país, haciendo de la "bandeja paisa", un verdadero plato nacional.

Es un fenómeno inicialmente de migración hacia territorios desconocidos, tierras deshabitadas, una especie de migración exógena, en el sentido de que huye o se aleja de las fuentes o los centros tradicionales de la economía. Es lo que se conoce como, Colonización.

Pero existe otro tipo de migración diferente, cual es la que en vez de dirigirse a hacia regiones deshabitadas, se orienta hacia los centros de mayor riqueza, dentro de un país hacia las ciudades con mayor desarrollo, conocidas como migraciones internas, que en el fondo son formas de expulsión de masas de población de zonas rurales en donde se da una lucha por la propiedad de la tierra y su ampliación.

Detrás de todo proceso de violencia existe un proceso de apropiación de tierras  y detrás de toda violencia, siempre queda una redistribución de esa tierra, por lo general en muy pocas manos, como lo demostró el mismo Estanislao en un trabajo sobre la violencia en el Tolima en los años cincuenta, cuando el número de propietarios antes de la violencia era de  unos cuarenta mil y de unos siete mil después de ella. Por esta razón preferimos utilizar el término Desplazados, al de Migrantes.

Otro tipo de migración es el que se da, por idénticas razones, entre países, hacia aquellos con una economía más desarrollada, a los países ricos y  dominantes.

La "pobreza" no migra porque se lo permitan, o porque se vea seducida por una imagen externa de bonanza, y nunca es como se quiere presentar, un fenómeno espontáneo, sino porque es una necesidad inaplazable para sobrevivir. Desde hace mucho tiempo los colombianos pobres están migrando hacia los Estados Unidos a través del famoso pero innombrable "hueco". Es esta la explicación de la existencia hoy en aquel país de más de 3 millones de conciudadanos. Ya lo habían hecho internamente hacia las fronteras externas ya mencionadas, hacia Venezuela en los años cincuenta y sesenta, lo han hecho a otros países vecinos y hoy incluso se atreven con Europa.

Sólo hoy se habla de ellos debido a la migración reciente de una serie de personas adineradas y profesionales, pero esa realidad tremenda existe hace mucho y explica, entre otras cosas y al menos en parte, la existencia del tráfico exitoso de drogas al resto del mundo y más específicamente a Norteamérica.

Pobreza y productividad

Veamos un poco quienes son esos pobres, esos ciudadanos que debieron abandonar el  país, queriéndolo tanto, porque en él no encontraron oportunidades para sobrevivir con un mínimo de dignidad.

Sobre una población de 37 millones de habitantes, Colombia cuenta con la mitad de ellos por debajo de quince años. Digamos que un millón más son mayores de 65, lo que significa que de una población económicamente activa de unos 18 millones de personas, más de tres millones han debido emigrar. Uno de cada seis. Esto sin contar los casi dos millones que viven en los países vecinos, especialmente en Venezuela, y en Europa, con lo cual quizá deberíamos hablar de uno de cada cinco.

No son parias ni campesinos analfabetos. Son habitantes de las ciudades con un mínimo de instrucción, con habilidades aprendidas en una economía informal y algunas veces formal, pero con pautas bastante actualizadas con relación al manejo del dinero, la utilización de una tecnología mínima, saber conducir, utilización de herramientas más o menos sofisticadas y sobre todo con unas enormes ganas de salir adelante. Aquellos perezosos locales son en realidad máquinas incansables de trabajo cuando este trabajo les permite ver algunos resultados.

Y esos pobres, perezosos e improductivos que acá consideramos, consciente o inconscientemente, una carga social, pasan de repente a ser una fuente importante de la economía formal, en la medida en que comienzan a enviar parte de sus ingresos para sus familiares en el país.

Estanislao Zuleta se refería a la pereza con la que se pretende identificar a la pobreza y  al subdesarrollo, no como un defecto sino como una gran potencialidad, en la medida, decía él,  que no querer trabajar sin obtener beneficio de ese trabajo, es  un signo de gran cordura.

En una revista nacional reciente, se estima la cifra de ingresos  provenientes de este tipo de envíos monetarios en varias decenas de millones de dólares anuales, en franco incremento, un monto casi similar al obtenido por las llamadas exportaciones no tradicionales.

Podemos hablar entonces con propiedad hoy, de lo que señalé en un libro sobre la cultura cafetera hace más de quince años. Somos un país exportador de recurso humano, por no decir expulsador de sus ciudadanos, en la misma forma en que nuestra famosa y benemérita organización familiar, ha sido expulsadora de sus hijos.

Quizá sea el momento de dejar de pensar que la pobreza y la marginalidad son fenómenos no deseados del desarrollo económico y en alguna forma, naturales e inevitables, sino más bien y por qué no, parte importante del sistema productivo global y del formal, sustento de él y en alguna manera su amortiguador. Quizá la llamada economía formal sea desde el punto de vista de la población general, sólo la punta del iceberg de la economía realmente global.

No podría entenderse la economía norteamericana ni la de ninguno de los países más ricos (los pertenecientes al grupo de los 7) sin sus relaciones globales, anteriores y actuales, ni sin la presencia de millones de inmigrantes, quienes, a pesar de lo aparente, resultan muy productivos.

En España en concreto y por estas mismas razones,  se calcula que para el año dos mil habrá que importar 45.000 inmigrantes y ello  a pesar de tener un empleo por encima del 14%.

Desde una perspectiva más amplia y siguiendo las ideas esbozadas antes, quizá estamos ante un fenómeno relacionado más que con la pobreza, con la aparición de una riqueza desmesurada y diferentes intentos o iniciativas para apropiarse de ella.

Mucho tendremos que trabajar para poder apreciar la importancia y las repercusiones que este enfoque puede tener en relación con el tema tratado.

Pobreza y salud

La idea general y comunmente aceptada es la de que la enfermedad está asociada a la pobreza y en general esto resulta cierto. Sin embargo conviene hacer algunas puntualizaciones.

En rigor la pobreza se asocia incluso con determinación causal con la mortalidad general, aunque resulta inevitable mencionar aquel lugar común que tanto nos molesta, como es el de que en todas partes, todo el mundo se muere.

Como toda cifra relativa, la mortalidad debe ser asociada a períodos concretos de tiempo, en cuyo intervalo, la proporción de muertos por habitante, la proporción de muertos por edad e incluso con relación a los nacidos vivos, es sistemáticamente mayor entre los países llamados pobres que entre los ricos, en el subdesarrollo que en el desarrollo.

La comparación entre países, muy utilizada sobre todo por la necesidad de hacer cálculos  con relación al tamaño del mercado real de consumidores en todo el mundo, de globalizar el número de consumidores, resulta poco útil a la hora de tratar de entender el problema de la enfermedad en cada país y no sólo poco útil sino muchas veces problemática, en la medida en que oculta realidades parciales y locales que a la hora de pretender ser abordadas y resueltas, son las verdaderamente importantes.

Pobreza y perfil epidemiológico

Tanto en el ámbito internacional como al nivel de los países, hemos desarrollado en forma importante el agrupamiento de la mortalidad y la morbilidad por grupos de enfermedades, con lo cual hemos definido un perfil epidemiológico propio de la morbimortalidad en los países pobres y en los países ricos, perfiles cuyas diferencias están dadas por el compromiso mayor de unas enfermedades con respecto a otras, según el caso.

De esta forma decimos que los países desarrollados tienen un componente de morbimortalidad atribuible a la enfermedad cardiovascular, al cáncer y a riesgos de estilo de vida. Por el contrario los países subdesarrollados tienen un perfil atribuible a enfermedades infecciosas, desnutrición y últimamente, en los últimos quinientos años, a accidentes y violencia. En realidad atribuible a otro estilo de vida.

Tenemos también un conocimiento aceptable con relación a la morbimortalidad por grupos de edad, en donde la mortalidad infantil por ejemplo, muestra diferencias abismales, por todos conocidas, entre los países pobres y los países ricos.

La transición epidemiológica.

La definición de unos indicadores de desarrollo, de riqueza, y otros para el subdesarrollo, para la pobreza, han llevado a establecer entre esas cifras una línea, que por un efecto matemático resulta siempre ascendente colocada en un gráfico, que de forma por lo demás curiosa, hemos convertido en un camino, camino que según parece, conduce necesaria e inexorablemente, del subdesarrollo al desarrollo, de la pobreza a la riqueza. Por ello, entre otras razones, ya no se habla de países subdesarrollados, sino de países en vía de desarrollo. Según la idea que se desprende de tal imagen, de tal analogía, no debiéramos hablar de pobres, sino, más bien, de personas en trance de ser ricos.

Esta misma idea trasladada a las cifras en salud, han hecho postular la idea de que existe una transición de la morbimortalidad de los países pobres, hacia la de los países ricos y además, se nos presenta como un logro. Se nos dice en el fondo, que es mejor morirnos de cáncer que de diarrea y que es mejor enfermarnos de algo incurable que de algo curable.

No quiero decir que la utilización de estos indicadores y su evolución no sea importante a la hora de diseñar políticas, de asignar recursos tanto físicos como monetarios y sobre todo humanos, pero si llamo la atención acerca de que la utilización de cifras agregadas, no permite particularizaciones acerca de la vida de las personas y puede conducir a falsas generalizaciones.

Tampoco permiten estas cifras, por más que se quiera, señalar un futuro ni presentar ese futuro como una meta, precisamente porque esas cifras, por ser globales, no dependen de variables específicamente de salud, psico bio sociales, sino más bien están asociadas a variables macroeconómicas, a las condiciones de vida de cada grupo, de cada estrato y en últimas, de cada tipo de organización social.

Perfiles establecidos con otros criterios

De forma un tanto curiosa y quizá sospechosa, tenemos un peor manejo de las cifras con relación a los grupos definidos, por ejemplo con respecto al nivel de ingreso, al tipo de empleo, a la forma como se integran o no en la sociedad y en la economía, a su pensamiento religioso cultural, a su nivel de instrucción, etc.

Permítanme explorar algunas cifras y algunos indicadores.

La Expectativa de vida para Colombia es de unos 70 años, pero la Expectativa de vida para los indígenas del Cauca es de 34 años.

No sabemos o no utilizamos la Expectativa de vida de los obreros, trabajadores de cuello azul, en relación con los trabajadores de cuello blanco, como diría un sociólogo norteamericano.

Ni siquiera nos interesa conocer la expectativa de vida de las personas que viven en los barrios marginales y menos la de los desplazados. No sabemos la expectativa de vida de los pobres.

Preferimos trabajar en asociaciones bastante generales como la que existe entre fumar y cáncer de pulmón, pero trabajamos poco en la contaminación ambiental por ejemplo de origen industrial o por el uso de una tecnología obsoleta en los automóviles.

Siempre me ha llamado la atención de que se considere a John Snow como el padre de la epidemiología, por sus trabajos, notables por cierto, sobre el cólera en Londres y ni siquiera se mencionen los trabajos de Marx , basados en el estudio de los informes de los inspectores de higiene, en la misma época y en el mismo Londres, con relación a la forma como los alfareros enferman, al papel de la tuberculosis en las fabricas de carbón, al efecto de las fabricas de seda especialmente en los trabajadores infantiles, y en general al papel de la jornada de trabajo y de las condiciones ambientales  en las que se realiza con relación a la enfermedad, el riesgo de accidente, la salud mental e incluso, la muerte, aportes hechos a través de un verdadero análisis multivariado, desconocido en la época y que se pueden leer en el primer tomo en general y en el capítulo 10 en particular, de El Capital.

Definitivamente debemos reconocer que tenemos un cierto desinterés por la salud de los pobres, o mejor dicho por entender la forma como viven y enferman.

Ante la necesidad de racionalizar el recurso económico en salud, hemos diseñado importantes indicadores para tratar de evaluar las pérdidas en años de vida y por lo tanto en dinero, atribuibles a diferentes fenómenos y enfermedades.

Es el caso de los Años de vida potencial perdidos, Apps, basado en la mortalidad y el más sofisticado y preciso, Años de vida saludable perdidos, Avsp, que incluye un análisis de morbimortalidad. Como todo indicador, su utilidad va a depender del enfoque bajo el cual se utilice y los propósitos que impulsan a quien obtiene ese tipo de información.

Si se usan estos indicadores referidos a la población general, su significado varía con respecto a su uso, teniendo en cuenta no sólo los grupos de edad, sino por ejemplo, los grupos de ingreso económico. Veamos un ejemplo.

Si muere un ciudadano del Cauca a los 30 años y se compara con la mortalidad general para el país, se han perdido cuarenta años de vida potencial. Si incluimos la morbilidad y ese ciudadano era hipertenso, como la expectativa de vida de un hipertenso es menor que la general, digamos en diez años, el país habrá perdido 30 años de vida saludable. Si hacemos la comparación  con respecto a su grupo de pertenencia y ese ciudadano resultó ser un indígena, sólo se han perdido cuatro años.

El problema surge sobre todo a la hora de interpretar estos datos. Se puede pensar que todo ciudadano muerto antes de cumplir la expectativa de vida es una pérdida para el país, proporcional a la edad, pero también podemos caer en la tentación de pensar que si se mueren los que menos expectativa de vida tienen, esto es más económico para el país. De acuerdo a lo anterior, una buena política de salud, en términos monetarios, sería la de dejar que se mueran, quienes tienen menos expectativa de vida, es decir, los pobres.

No sé por qué, pero tengo la sensación de que eso es lo que hemos venido haciendo.

Salud, violencia y pobreza

Hoy la violencia en general y los homicidios en particular, son la primera causa de morbimortalidad en la población económicamente activa en Colombia.

Existe la idea más o menos generalizada en que la violencia se asocia a la pobreza y en particular que los pobres son casi por definición, violentos.

Al observar la historia del país y en general la historia, podemos apreciar que esta afirmación o esta creencia tiene poco fundamento y por lo tanto requiere al menos algunas precisiones.

En el libro de Saúl Franco, El quinto, no matar, entre otras cosas un serio e importante intento por abordar el tema a partir de datos empíricos, se hace alguna discusión sobre este aspecto, a partir de la cual, es posible afirmar que por el contrario, la violencia está asociada es a la riqueza, como ya lo insinuábamos al hablar de la tenencia de la tierra.

Estanislao Zuleta, nuevamente, había superpuesto el mapa de la violencia en los cincuenta, al  mapa de la riqueza en la misma época y coincidían  completamente. En la actualidad, las tasas de violencia están asociadas a los centros de mayor desarrollo en el país y en el caso de la coca, a los centros de producción en donde se inicia el proceso de enriquecimiento más importante de la actualidad, como lo han demostrado varios autores.

Una forma de analizar la relación pobreza - violencia, ha sido el intento de relacionarla con el desempleo.  La idea que subyace a esta posible relación es la de que una persona desempleada, y por lo tanto pobre, se puede desesperar y volverse violenta, como reivindicación o como simple rabia. En alguna forma estamos dispuestos a entender el fenómeno,  siempre y cuando se acepte que en el fondo es la pobreza la que produce la violencia. Que los pobres son los violentos, pues es esta la justificación última de la represión hacia ellos y hacia quienes son, o se dicen sus representantes.

(En el libro de Franco, hay un intento de correlacionar las cifras de desempleo con las cifras de la violencia, medida a través de la tasa de homicidios. Al aplicar un coeficiente de asociación a una serie de varios años, entre el 85 y el 90,  encuentra que este no es significativo.

Al observar aquellos datos, encontré por un lado que la razón por la cual no daba ninguna asociación, se debía al comportamiento variable de la relación, que hacía que, medida en su conjunto, se anularan los valores. Analizados los mismos datos pero en períodos cortos de tiempo, se puede observar que en la medida en que aumenta el desempleo, disminuye la violencia homicida y en otros períodos ocurre todo lo contrario, es decir que al aumentar los homicidios, disminuye el desempleo, lo que resultaba paradójico.

En el fondo lo que los datos dicen es que hay una asociación negativa entre empleo y tasa de homicidios, lo que significa, en otras palabras que a más desempleo menos tasa de homicidios, es decir todo lo contrario a lo que usualmente se cree, y se pretende argumentar.

Por supuesto que hay  que ser muy cautelosos con sacar conclusiones de datos tan globales y de indicadores a veces tan gruesos o poco fiables. Recordemos que el desempleo se mide, por ejemplo,  por la cantidad de personas que en un momento dado dicen que están buscando empleo.

Pero a veces las imprecisiones o los mismos errores una vez entendidos –cuando de un mal, se pasa a un malentendido -, nos pueden arrojar luces sobre los problemas que estudiamos.

En este caso una hipótesis al respecto podría ser que en la situación colombiana y en particular en las zonas más violentas como puede ser Medellín, las personas dedicadas a “ejercer” la violencia, aunque no tienen un empleo formal y por lo tanto registrable, con toda probabilidad no están buscando empleo, mientras están dedicados a hacer subir la tasa de homicidios, es decir, ya tienen un empleo, aunque inconfesable.

Hago énfasis en el ejercicio de la violencia, para señalar cómo, ese ejercicio directo, es apenas una expresión de la violencia real, que ciertamente tiene una autoría intelectual y social que apenas y con muchas dificultades, comenzamos a identificar.

En este punto quizá sea la hora de proponer que este congreso pregunte una vez más y exija una respuesta, acerca de la autoría del asesinato de Héctor abad Gómez y de Leonardo Betancur.

Podemos decir que el principal problema de salud pública del país es la relación pobreza - riqueza. Nos diferenciamos así de quienes piensan que es el SIDA o la violencia, por ejemplo.

A manera de conclusión

Para finalizar, podemos decir entonces, que el principal problema del país es la pobreza -riqueza, pero que ese problema no se resuelve sin los pobres. No es pues la pobreza en sí misma sino su relación con la riqueza. Es pues un problema de relaciones sociales, económicas y políticas.

Resulta obligado de acuerdo a lo anterior,  hacernos la siguiente pregunta;

¿La pobreza existe porque sí?, ¿Es un hecho, un dato?, ¿O porque es un resultado, es generada, es producida, en forma  “natural” por nuestra forma de organizar la vida del país y, ¿por qué no  del mundo?.

Debemos pasar de la identificación de los efectos, como la pobreza, y asumir el reto de identificar, para modificarlas, las causas o factores que los y la determinan.

Habrá que tratar de entender el mundo, la realidad, a través de la comprensión también y además, de cómo se produce la pobreza, como ha sido propuesto en varios momentos del pensamiento humano y no como ahora, y en los últimos tiempos, únicamente haciendo énfasis en cómo producir más riqueza y como apropiarnos de ella.

 



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