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Editado en Bogotá D.C.
¿Ultima oportunidad para el ISS?
El Ministro de Trabajo sorprendió recientemente a la opinión pública con su propuesta de entregar el Instituto de Seguros Sociales a los trabajadores, fórmula que sin duda constituye una de las reducidas posibilidades de evitar que la Institución siga avanzando lenta pero seguramente hacia el descalabro total.
Pero el Ministro no se limitó a formular una propuesta para salvar la Institución y a sus trabajadores, como se lanza una idea más en la mesa de discusión con el interés de medir la reacción primaria del colectivo. Demostró tener andado el camino de la propuesta, al informar que organizaciones de trabajadores de Europa estaban dispuestas a ser socias de los trabajadores colombianos en la nueva empresa.
Cuatro años atrás el Director de esta revista hacía similar recomendación al entonces Director de Planeación Nacional, Juan Carlos Ramírez, quien ya miraba con mucha preocupación el futuro del ISS. Se planteaba por entonces entregar el ISS a trabajadores y empleadores, ya con la salvedad de que algunos de los gremios de empleadores no podrían formar parte de la nueva empresa por tener claros intereses en la competencia.
Tal propuesta surgía del convencimiento de que las EPS públicas, con la camisa de fuerza que constituyen las normas que las rigen y la piedra al cuello propia de un sistema político basado en el reparto de posiciones públicas, no tendrían opción de sobrevivir frente a la competencia privada, como lo ha demostrado el desarrollo de los acontecimientos.
El esquema de las Cajas de Compensación, en cuyas juntas directivas se sientan los dirigentes sindicales, pero cuya administración se rige completamente por las normas del sector privado, era el ejemplo a seguir. En suma, se trataba de que el Gobierno retirara su pesada mano de la más grande organización de salud del país y le diera por tanto oportunidad de sobrevivir en manos de trabajadores más comprometidos con su institución, supervivencia que resultaba de trascendental importancia para un desarrollo armónico del Sistema.
La propuesta del Ministro fue más allá, pues es más pródiga con los trabajadores, ofreciéndoles a ellos toda la Institución, con el acompañamiento económico, pero sobre todo técnico de grandes organizaciones europeas del sector laboral.
La respuesta a esta trascendental opción no pudo ser más triste por parte de todos los demás integrantes de la mesa de negociación, incluidas algunas instancias del mismo Ejecutivo.
En primer lugar la de los trabajadores, que siguen empeñados en defender un empleo en el Gobierno como si hoy en día este pudiera garantizar un mínimo de la estabilidad de antaño. Se mostraron y se siguen mostrando en exceso desconfiados. Si bien es cierto que el Gobierno puede así negociar hasta cero el billonario pasivo laboral, también es cierto que es esta una propuesta que ofrece a los trabajadores verdaderos activos hacia el futuro y no sólo pasivos atados al pasado. Desconfían de la utilidad del negocio, arguyendo que si fuera rentable el Ejecutivo no se desharía del mismo, pero se niegan a entender que para ser rentable requiere dejar de ser una entidad pública. Curiosamente, en sus comunicados, argumentan que aún en la condición actual el ISS es un negocio rentable.
En segundo lugar los gremios y la misma administración del ISS, que con poca vergüenza proponen a los trabajadores fraccionar la empresa en cuatro distintos negocios y tan sólo les ofrecen participación en aquel que muestra una peor situación financiera, el mismo al que hoy se le cargan todos los pasivos laborales, es decir el de las IPS, el que no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir aislado de la EPS. Es decir de la carne y el hueso, les ofrecen el hueso y tan sólo una parte. Con propuestas así tienen toda la razón en negarse los trabajadores.
En tercer lugar el mismo Gobierno, representado en la Dirección Nacional de Planeación, el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Salud, que muestran un desinterés aparente frente a la salida propuesta por la cartera laboral, como si el asunto no fuera de su incumbencia. Cuando la discusión llegó a la situación sin salida, no se les vio preocupación alguna por impedir la ruptura y apoyar al Ministro de Trabajo. ¿Será que acaso el problema del ISS compete tan sólo a la cartera laboral? ¿Será que no importa que el ISS llegue a su fin por falta de una actuación decidida del Gobierno? ¿Será que el grave problema social y financiero que se derive de la crisis le tocará ya al próximo gobierno?
Lastima que el ISS no sea el Vaticano, para encerrar con llave a todos los cardenales hasta que encuentren una salida, un camino hacia el futuro, humo blanco para que el Instituto se convierta en una institución eficiente y reguladora del Sistema, para que no sobrevenga la terrible crisis humana y financiera que significa su derrumbe, el que sin duda cobrará responsables. Por lo pronto manifestamos nuestro apoyo al Ministro de Trabajo, aunque de poco valga.