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Lo que Darwin no supo y lo que Chargaff no vio

JAVIER SAMPEDRO , El País de Madrid

La especie humana lleva 100.000 años sobre la Tierra, y a ninguno de sus miembros se le ha escapado que los hijos tienden a parecerse a sus padres. Es curioso que todos los intentos para explicar ese fenómeno estuvieran completamente desencaminados hasta 1865, cuando el monje austriaco Gregor Mendel dio con la clave. Y no es menos curioso que el trabajo de Mendel fuera ignorado por completo hasta 1900, 16 años después de su muerte.

Aunque hoy ya no podamos apreciarlo, la razón de esos dos descuidos es, probablemente, que la clave del funcionamiento de los seres vivos es contraria a toda intuición. Los seres vivos están compuestos por miles de máquinas microscópicas (las proteínas) que les permiten moverse, respirar, obtener energía e intercambiar materiales con el entorno. Hasta ahí todo bien. Pero lo que nadie podía imaginarse era que la información necesaria para construir todo eso se guardara en una base de datos independiente, aislada, estable a lo largo de las generaciones, transmitida de padres a hijos de forma ajena a los avatares de la existencia de cada individuo. Ése fue el gran descubrimiento del monje austriaco.

Mendel llamó factores a los elementos de esa base de datos. Hoy los llamamos genes. Y la base de datos en su conjunto se llama genoma.

Uno de los más brillantes pensadores de la historia de la biología, Charles Darwin, fue también uno de los últimos científicos en formular una teoría errónea de la herencia. La llamó pangénesis, y la publicó en 1868. Curiosamente, la pangénesis -que implicaba la mezcla irreversible de las características del padre y de la madre- era incompatible con la teoría evolutiva de Darwin, ya que cualquier característica ventajosa de un individuo se diluiría irremisiblemente en unas cuantas generaciones hasta volverse insignificante. Si Darwin hubiera tenido conocimiento del trabajo de Mendel (que había sido publicado tres años antes que la pangénesis), la historia de la biología se hubiera adelantado en varias décadas, y Darwin se hubiera ahorrado buena parte de las corrosivas críticas que sus teorías evolutivas le proporcionaron.

Pero en la vida real hubo que esperar a que, en los primeros meses de 1900, los investigadores Hugo de Vries, Erich Tschermak von Seysenegg y Karl Correns redescubrieran, cada uno por su cuenta, las leyes de la herencia. Cuando iban a publicar sus descubrimientos revisaron la literatura científica sobre el asunto y se dieron cuenta, con infinita incredulidad, de que ya habían sido publicados 35 años antes. Puede decirse, por tanto, que la genética nació en 1900, aunque su creador fuera un cadáver para entonces.

En las primeras décadas del siglo XX, el prodigioso equipo de Thomas Hunt Morgan, que trabajaba en Nueva York con la mosca Drosophila, demostró que los genes, fueran lo que fueran, debían residir en los cromosomas, unos cuerpos alargados presentes en los núcleos de todas las células. Un estudiante de Morgan, Alfred Sturtevant, llegó a deducir (sin más que cruzar unas moscas con otras) que los genes estaban dispuestos, uno detrás de otro, en largas hileras a lo largo de los cromosomas. Barbara McClintock demostró esa hipótesis más allá de toda duda en los años treinta.

Con una entidad abstracta, como lo era el gen en esa época, es muy difícil hacer experimentos. Pero una vez que la comunidad científica se convenció de que los genes estaban en los cromosomas, la experimentación bioquímica consiguió un papel protagonista en la película. Los bioquímicos sabían que los cromosomas estaban llenos de unas enormes moléculas llamadas ADN.

Y uno de ellos, el austriaco Erwin Chargaff, demostró en los años cuarenta una propiedad fascinante de esas moléculas. El gigantesco ADN está compuesto por miles de millones de compuestos pequeños llamados bases. Las bases son sólo de cuatro tipos : A (adenina), C (citosina), G (guanina) y T (timina), cuyas cantidades relativas varían de una especie a otra de animal o planta. Pero, para cualquier especie, la cantidad de A siempre es igual a la de T, y la cantidad de G siempre es igual a la de C. Chargaff podría haber deducido el secreto de la vida a partir de esas simples reglas, pero nunca dio ese paso.

Hizo falta la suma de dos mentes geniales para resolver el enigma. El británico Francis Crick y el estadounidense James Watson se conocieron en Cambridge (Reino Unido) en 1951 y, sin más armas que su gran inteligencia, su aún mayor impaciencia, las reglas de Chargaff, un poco de suerte y un par de datos que tomaron prestados de la cristalógrafa londinense Rosalind Franklin, dieron con la solución en dos años.

El 28 de febrero de 1953, Crick entró visiblemente emocionado en el pub The Eagle de Cambridge y anunció a la parroquia, compuesta mayormente por científicos del cercano laboratorio Cavendish: "Hemos encontrado el secreto de la vida". Crick no estaba exagerando.

El ADN, según acababan de descubrir Watson y Crick, es una larguísima doble hilera de bases (la célebre doble hélice). Cada hilera tiene este aspecto: "...AATCCTAGGCT..." y así millones de bases, en cualquier orden posible. Pero entre una hilera y la otra, las bases se aparean siempre siguiendo las reglas de Chargaff: A siempre con T; G siempre con C. Esta complementariedad es el secreto de la vida, porque si las dos hileras se separan, cada una puede reconstruir a la otra: por eso los genes pueden sacar copias de sí mismos, las células pueden replicarse y los seres humanos pueden reproducirse.

Otra consecuencia crucial de la estructura de la doble hélice es que la información genética (lo único que es distinto entre dos genes distintos) debe necesariamente estar contenida en el orden de las bases en la hilera, al igual que la información literaria está contenida en el orden de las letras en un texto.

El proyecto genoma viene directamente de esa teoría anunciada en el pub The Eagle. Por supuesto, llevarlo a cabo hubiera sido imposible en 1953, pero en las décadas siguientes las técnicas necesarias para determinar el orden de las bases en el ADN (para secuenciar el ADN) progresaron hasta el punto de hacer posible la descripción del genoma humano completo, compuesto por 3.000 millones de bases.

La genética nació en 1900 (en cierto sentido) y ha culminado en 2000 (en cierto sentido). No es algo tan insólito: echen un vistazo al cine y al jazz.

 

Nueva era en lucha contra enfermedades

JAVIER VALENZUELA, Washington

El 26 de junio de 2000 es ya una fecha para la historia de la humanidad. Tras 10 años de intensa investigación, el genoma humano, considerado el auténtico libro de la vida, se dio ayer por descifrado en sus partes esenciales. El revolucionario logro, que abre una nueva era en la lucha contra las enfermedades, fue anunciado consecutivamente en China, Japón, Francia, Alemania, el Reino Unido y Estados Unidos. Para conseguir este hito, que corona un siglo de investigación biológica, el proyecto público internacional y el privado de la empresa estadounidense PE Celera Genomics abandonaron la pugna que mantenían y decidieron anunciarlo conjuntamente en la Casa Blanca, en una ceremonia presidida por el presidente Bill Clinton.

La Casa Blanca y Downing Street, conectados vía satélite, fueron ayer el escenario conjunto del anuncio de un descubrimiento científico cuyas consecuencias para la lucha contra la enfermedad casi sobrepasan la imaginación. Bill Clinton y Tony Blair, los protagonistas políticos de la ceremonia, y Francis Collins y Craig Venter, los científicos, no ahorraron fórmulas enfáticas para aludir a la culminación del primer borrador de la secuencia del código genético humano, el llamado libro de la vida. "Estamos aprendiendo el lenguaje con el que Dios creó la vida", dijo Clinton. "Éste", dijo Collins, "es un día feliz para el mundo". Ambos pidieron una colaboración internacional en torno a las repercusiones legales, sociales y éticas del avance y conseguir un uso responsable de la información derivada.

La ceremonia conjunta en la Casa Blanca y Downing Street fue la fórmula diplomática encontrada para resolver la carrera científica por anunciar en primer lugar el desciframiento del código genético humano. Los dos corredores, la empresa privada norteamericana Celera y el organismo público Proyecto Genoma Humano, en el que participan EE UU, Reino Unido, Francia, Alemania y Japón, con la colaboración de China, accedieron a compartir los honores en este acto, que siguió a anuncios del avance hechos por los participantes en el proyecto público en Tokio, Pekín, Berlín, París y Londres.

Celera informó de que, en apenas unos meses de trabajo, ya ha completado la secuencia y el ensamblaje del código genético, a partir de los datos obtenidos de cinco personas - tres hombres y dos mujeres- de diferentes orígenes étnicos. El número total de letras (pares de bases químicas) del ADN humano ha resultado ser de 3.120 millones. Proyecto Genoma Humano aseguró que, a los 10 años de su creación, ha terminado un primer borrador de la secuencia y completado el 85% del ensamblaje. Clinton informó que los dos organismos han acordado publicar conjuntamente sus trabajos en una revista científica, en la segunda mitad de este año. Luego cooperarán en el análisis del genoma.

Mapa más importante

Con su habitual genio para este tipo de ocasiones, Clinton hizo de maestro de ceremonias. El del genoma humano, declaró, es "el mapa más importante jamás producido por la humanidad". Las consecuencias prácticas de su descubrimiento, prosiguió, "cambiarán la medicina para siempre", otorgarán "un nuevo poder para curar", especialmente en el diagnóstico, tratamiento y prevención de enfermedades como Alzheimer, Parkinson, diabetes y cáncer.

A la lista de Clinton, Collins, director de Proyecto Genoma Humano, añadió la diabetes, los problemas cardíacos, la esquizofrenia, la alta presión sanguínea y todas las complicaciones que "tienen un origen o una contribución genética". Son palabras que hacen soñar. Pero estos sueños están ahora al alcance de la humanidad. El descubrimiento presentado ayer fue descrito como uno de los más grandes realizados por el ser humano, un hito comparable o incluso superior a la llegada del primer astronauta a la Luna. "La información sobre la secuencia de los genes nos permitirá identificar de modo preciso qué gen es el que falla cuando contraemos una enfermedad, y, una vez que lo sepamos, se abrirá un número enorme de posibles tratamientos", declaró en Londres Michael Dexter, director de Wellcome Trust, institución benéfica que ha financiado el Proyecto Genoma Humano en el Reino Unido.

Clinton y Blair coincidieron en subrayar que, como todos los descubrimientos científicos, éste conlleva peligros. Uno es el de la discriminación en el uso de sus beneficios. El primer ministro británico puso el acento en "la responsabilidad de usar sabiamente este descubrimiento, para el bien común de la humanidad en todos los países". Y el presidente norteamericano también instó a "hacer la vida mejor para todos los habitantes del planeta, no solo unos pocos privilegiados".

Dialogando vía satélite con Blair, Clinton invitó a una nueva cooperación internacional sobre "las repercusiones legales, sociales y éticas" del descubrimiento, y bromeó sobre que él, al que apenas le quedan siete meses en la Casa Blanca, ya no podrá trabajar en ese frente. Blair tomó ese estandarte y se declaró particularmente preocupado por la necesidad de proteger la privacidad.

Final del principio

"Celebramos hoy la culminación del primer borrador del libro humano de la vida", anunció Collins, director del Instituto Nacional de Investigación sobre el Genoma Humano de EE UU y coordinador del Proyecto Genoma Humano. Lo ya realizado, añadió, no es el final de los trabajos sobre el genoma humano, sino "el final de su comienzo". Collins rindió homenaje al premio Nobel James Watson, pionero en las investigaciones sobre ADN y presente en la Casa Blanca.

Felicitado por Blair por la demostración del "mejor espíritu de competición científica" realizada por su empresa y por Collins por su "insatisfacción con el statu quo ", Venter, el genio que preside Celera, resaltó la valiosa aportación de la iniciativa privada a este logro, sin la cual, dijo, "no habría sido posible este anuncio". Venter aceptó que todos los científicos, trabajen para el proyecto público o para el privado, deben compartir las informaciones de sus descubrimientos básicos sobre el genoma.

Venter señaló que los trabajos de Celera permiten afirmar que los seres humanos son muy semejantes entre sí y tienen extraordinarios paralelismos con el resto de los organismos vivos. De los 3.120 millones de datos que componen el "libro de la vida", los científicos han encontrado que el 99´8% son idénticos para todas las personas. Venter utilizó este dato para denunciar la estupidez de los intentos de discriminar a las personas por su raza o sexo. "El criterio de raza", dijo, "no tiene bases científicas". El borrador del mapa del genoma humano es con toda probabilidad la mayor corroboración científica de los principios de la democracia y los derechos humanos.

Pero el trabajo no ha hecho sino comenzar. "Ahora", dijo Venter, "empieza la fase más divertida del proyecto. Ya tenemos el orden de todos los elementos del código genético y ahora se trata de averiguar qué significan".

 

Genes dicen que no hay diferencias raciales

J.V, Washington

"En los cinco genomas que hemos descifrado no hay modo de diferenciar una etnia de otra", declaró ayer en la Casa Blanca Craig Venter, al informar de que la investigación de la empresa Celera está utilizando el material genético de tres mujeres y dos hombres que, según su aspecto físico y sus propias declaraciones, pertenecen a cuatro grupos distintos. Venter informó de que en ese quinteto hay un hispano, un asiático, un afroamericano y un caucasiano, la fórmula que en EE UU describe a los blancos europeos.

Incluso para un defensor de la tolerancia, la diversidad y los derechos humanos como él, lo sorprendente, señaló el ex miembro de Proyecto Genoma Humano y hoy presidente de Celera, es que la investigación científica descarta cualquier pretensión de realismo y racionalidad de los comportamientos racistas.

Ni blancos, ni negros, ni amarillos. Los mapas genéticos de los seres humanos pueden reflejar la gran variabilidad de rasgos y características del ser humano (altura, color de ojos o tendencia a determinadas enfermedades) pero no permiten apoyar el concepto de raza como división a priori que no se apoya en datos, corroboraron los científicos de Proyecto Genoma Humano que hablaron ayer en Washington y Londres.

"Este descubrimiento es la corroboración de la Declaración Universal de Derechos Humanos", declaró John Sulston, director del laboratorio Sanger Centre de Cambridge, participante en el proyecto público. "Nadie", añadió, "puede considerar a otra persona como inferior a causa de su código genético; las legislaciones tienen que dar nuevos pasos para garantizar que todo el mundo es tratado de la misma manera".

 

Biotecnología es comestible

Por Juan Ramón Romero (EFE).-

La biotecnología, pese a las críticas que se le formulan tanto en Estados Unidos como en Europa, es "comestible", según afirman científicos de la Universidad Cornell de Nueva York, que ven más promesas que peligros en este nuevo campo.

Susan McCouch, profesora del departamento de ingeniería reproductiva de plantas de la Universidad Cornell, opina que el proceso de "pasteurización" de la leche provocó 60 años atrás el mismo "furor" en su contra que ahora tiene la biotecnología.

La Universidad Cornell celebra este fin de semana un congreso en el que se debaten los pros y los contras de la manipulación genética. Crear vegetales que contienen antioxidantes, enriquecer arroz con vitamina B y hierro o desarrollar plantas de papaya resistentes a los virus que las diezman son procesos en los que se avanza cada día, ha señalado McCouch, que afirma que no se debe privar de estos avances a los países pobres.

La experta en modificación genética de las plantas reconoce, sin embargo, que esta disciplina es sumamente polémica y que la propia comunidad científica está dividida al respecto. "Sin irse a Europa, hay discrepancias hasta en mi propio departamento, afirmó Susan McCouch.

Los seres humanos han modificado genéticamente los organismos durante miles de años mediante técnicas de polinización, en el caso de las plantas, y de domesticación en los animales para crear nuevas especies, pero la entrada de la moderna tecnología ha disparado la preocupación por lo que esto suponga en el futuro.

McCouch apuesta por la genética y considera "más natural", señala entre comillas, el maíz genéticamente modificado, que el convencional obtenido con grandes cantidades de pesticidas. "Por supuesto que puede haber errores -agrega-, pero quizás lo que habría que decidir es de quien es la responsabilidad" en términos legales.

Buena prueba de la polémica que envuelve a este asunto es que la propia Universidad Cornell ha impulsado algunos de los estudios más favorables a esta técnica de manipulación genética y también los más demoledores.

Fueron científicos de Cornell los que descubrieron en mayo de 1999 que un maíz genéticamente modificado podía matar a las mariposas de la especie Monarch, un argumento utilizado por los ecologistas de todo el mundo en contra de esta técnica.

También han sido científicos de Cornell los que esta misma semana anunciaron el éxito en la creación de la primera vacuna comestible, a través de patatas genéticamente modificadas, para combatir las infecciones diarreicas que matan a miles de niños cada año.

Es la cara y la cruz de una disciplina que para muchos encierra la clave para una mejor salud y alimentación y para otros muchos, los mismos que la llaman "comida Frankenstein", supone jugar con algo realmente peligroso de lo que todavía no estamos seguros.

Otros expertos, como Carol Gonsalves, que ha trabajado en la creación de árboles de papaya libres del virus que los destruye, creen que aceptamos bien la manipulación genética cuando se destina a prevenir enfermedades, o a países pobres, pero no cuando se refiere a comunidades que gozan de un alto grado de bienestar.

Gonsalves explicó que las papayas libres de virus ocupan hoy buena parte de las plantaciones de Hawai, de donde ella es nativa, y pronto se extenderán a países de América Latina como Venezuela o Brasil.

Una encuesta realizada este año en EEUU, denominada WK Hallman 2000, indica que la aceptación de los fármacos para curar a seres humanos es aceptada por un 90 por ciento de las personas, pero la aceptación va decreciendo a medida que abarca mejoras en la nutrición, plantas sin pesticidas o al engorde de carne con hormonas.En este último caso, la aceptación apenas llega al 40 pro ciento, aun así es mucho mayor a la que se tiene respecto de los alimentos genéticamente modificados.

El arroz con vitamina A y beta caroteno, que se logra incorporando a la planta genes (phytoene synthase) que proceden del narciso y de otras plantas, puede salvar millones de vidas en Asia, donde esas carencias son responsables de graves enfermedades, precisó Susan McCouch.

 

Debate sobre generación de neuronas en adultos

ANA GARRALDA, Madrid

Dos años después de que se produjeran las primeras observaciones de generación de neuronas en el cerebro de humanos adultos, las espadas siguen en alto en la comunidad científica. En discusión está el alcance de estas observaciones, que echarían por tierra el dogma de que el número de neuronas y las capacidades mentales asociadas disminuyen con la edad, y la posibilidad de que del descubrimiento se deriven aplicaciones terapéuticas, especialmente en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson. El cerebro se resiste a desvelar sus secretos y los últimos trabajos publicados no han servido para apagar la pólémica, ya que las nuevas neuronas confirmadas parecen ser muy pocas y no se sabe todavía si funcionan como tales.

Un dogma para la ciencia es que la pérdida de neuronas es irreversible en el cerebro humano adulto porque las neuronas que mueren no se pueden reemplazar. Esta incapacidad de generar neuronas de reposición dificulta la recuperación en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson además de ser un obstáculo para una mayor longevidad de las habilidades mentales.

El descubrimiento reciente de que en el cerebro adulto de los primates, incluyendo el hombre, existe neurogénesis (formación de neuronas nuevas) ha tenido un gran impacto, tanto en el mundo científico como en la sociedad. Incluso algunos científicos se han aventurado a declarar que éste es uno de los hallazgos más importantes de las neurociencias. en la última década.

Sin embargo otros investigadores de gran prestigio puntualizan que aunque esta nueva producción de neuronas existe, su relevancia numérica es relativamente pequeña.

¿Por qué es tan importante que exista una producción continuada de neuronas en nuestro cerebro?. A diferencia de la mayoría de las células, como las de la piel o el intestino, que son continuamente renovadas por nuestro organismo, nuestro cerebro, una vez completado su desarrollo alrededor de la época de la madurez sexual, mantiene una población de neuronas numéricamente estable, ya presente desde el nacimiento, y aquellas que resultan dañadas en la madurez ya no se pueden reemplazar.

Se piensa que esta población constante de neuronas es la encargada de mantener funciones mentales duraderas como la memoria, el aprendizaje de habilidades o incluso nuestros rasgos de personalidad. Por eso, se considera que las neuronas llegan a ser tan viejas como nosotros mismos.

Javier de Felipe, neurobiólogo del Instituto Cajal (CSIC) de Madrid, comenta que "es en nuestra corteza cerebral donde se localizan funciones cerebrales como la capacidad de abstracción y si nuestro cerebro se renovase como otro órgano de nuestro organismo, seríamos personas distintas cada cierto tiempo".

Sin embargo, el trabajo realizado en pacientes con cáncer por el científico sueco Peter Eriksson y su equipo de la Universidad de Sahlgrenska en 1998, en el que por primera vez se detectó la incorporación al ADN de neuronas de la bromodeoxiuridina administrada a pacientes con un objetivo médico, reveló que nuevas neuronas podían ser generadas en el hipocampo humano adulto.

Si estas nuevas neuronas funcionan como tales o si están sinápticamente conectadas es un enigma que la ciencia aún no ha logrado resolver.

Actualmente, se ha desatado entre los neurocientíficos una nueva polémica: la suscitada por el trabajo publicado el pasado año en la revista Science por la investigadora Elisabeth Gould y sus colegas de la Universidad de Princeton (EE UU). Según estos científicos en experimentos con primates adultos, nuevas neuronas son añadidas diariamente a áreas de la corteza cerebral implicadas en la percepción sensorial, el control de los movimientos voluntarios o en las funciones cognitivas, es decir, la neocorteza asociativa.

Rakic plantea sus dudas respecto a este descubrimiento porque sus propios resultados experimentales indican que las células marcadas con timidina y bromodeoxiuridina en la neocorteza adulta son células gliales, es decir, otras células del cerebro que no se encargan del procesamiento y la transmisión de información. Además puntualiza que el marcaje con bromodeoxiuridina no solamente puede indicar proliferación celular sino también reparación del ADN. "Así que mi problema son los patrones que se siguen y los criterios para hacer estos juicios", añade este neurobiólogo.

Richard Nowakowski, reconocido neurobiólogo de la Escuela de Medicina Robert Wood Johnson, en Piscataway (EE UU), que introdujo el método de la bromodeoxiuridina en neurociencia, afirma estar de acuerdo con Rakic y considera que todas estas cuestiones deben ser examinadas con un mayor rigor cuantitativo. "Solamente entonces los neurocientíficos aceptarán la idea de neurogénesis en el cerebro humano adulto. En investigación científica las explicaciones alternativas deben ser eliminadas antes de que una conclusión pueda ser aceptada como correcta".

En la revista Science, Nowakowski y Nancy L. Hayes señalan que si esta producción de neuronas ocurriese en la neocorteza en la proporción que sugiere Gould, esta parte del cerebro o bien se renovaría en un ciclo de entre tres y seis años o bien las nuevas células morirían después de un corto periodo de tiempo.

Para Alfonso Fairén, investigador del Instituto de Neurociencias del CSIC, en Alicante, los trabajos más recientes que pretenden demostrar la producción de nuevas neuronas en adultos como el realizado por Gould "no han contrastado los resultados obtenidos con todas las técnicas disponibles en la actualidad". No se ha utilizado marcaje con timidina, sino sólo con bromodeoxiuridina, un compuesto altamente tóxico, cuya administración en ratas durante el desarrollo produce cambios en el tamaño de los cerebros y en muchas de las pruebas conductuales que se realizan comúnmente en roedores.

"El uso exclusivo de esta técnica de marcado de nuevas neuronas es arriesgado porque puede llevar a conclusiones precipitadas", añade Fairén. Este científico se pronuncia también en contra de la validez de los análisis numéricos de cerebros humanos realizados por William Shankle, de la Universidad de California en Irvine (EE UU), que parecen indicar un aumento en el número de neuronas de la corteza cerebral a lo largo de la vida.

De este modo, aunque la mayoría de expertos se muestran escépticos ante los nuevos descubrimientos sobre neurogénesis en el cerebro humano, todos ellos coinciden en señalar la gran importancia que tendría la producción de nuevas neuronas, por su posible aplicación en la reparación neuronal en enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer, que causan anualmente la muerte de millones de personas en todo el mundo.

En opinión de Pasko Rakic, para utilizar la neurogénesis como una forma de terapia en estas enfermedades, la ciencia primero debe descubrir cómo y por qué la neurogénesis ha declinado a lo largo de la evolución de los vertebrados. "Entonces si descubrimos los genes y los factores que inhiben la neurogénesis en el cerebro del humano adulto, podríamos finalmente encontrar un camino para inducirla en desórdenes neurodegenetarivos específicos", concluye este científico.

Antecedentes y excepciones

Hace ya años que estudios experimentales sobre producción de nuevas neuronas en el cerebro de roedores, usando marcadores neuronales como la timidina tritiada o la bromodeoxiuridina que son incorporados al ADN durante el proceso de división celular, indicaron que la mayoría de las neuronas de estos mamíferos son generadas en el momento del nacimiento. Se encontraron excepciones en algunas regiones del cerebro como el bulbo olfatorio y el hipocampo en donde se observó que las neuronas siguen generándose incluso después de la madurez sexual. Por tanto, como comenta Pasko Rakic, neurobiólogo estadounidense de la Universidad de Yale, "la producción de neuronas en el adulto no es un hallazgo nuevo".

Además, en un estudio más reciente llevado a cabo por Rakic en monos macacos, un primate del viejo mundo que tiene un cerebro básicamente similar al humano, se detectaron nuevas neuronas en el hipocampo, pero en número menor al encontrado en roedores.

Asimismo, ninguna de las nuevas neuronas marcadas fue observada en otra región del cerebro después de la madurez sexual, lo que sugiere que a lo largo de la evolución, la capacidad de neurogénesis adulta ha disminuido notablemente. Por tanto la idea de "no nuevas neuronas" podía seguir siendo aplicable a la mayor parte del cerebro, tal y como señalaba este científico en un ensayo publicado en 1998 en la revista Nature Neuroscience.

De este modo, la neurogénesis en primates parecía estar desechada y se había asumido, cuando se produjeron los últimos descubrimientos, que lo mismo ocurriría en humanos, aunque los métodos disponibles fueran inadecuados para verificarlo directamente.

 

Jabones bactericidas: ¿amenaza para la salud?

Chicago: Un grupo médico afirmó que los jabones contra las bacterias no son más efectivos que el jabón común y podrían ser uno de los factores que incrementan la resistencia de esos microorganismos a los antibióticos.

Frente a esa situación, la Comisión de Delegados de la Asociación Médica Estadounidense pidió al gobierno que ordene una reconsideración de los productos antibacterianos y determine si efectivamente contribuyen a la amenaza planteada por el uso excesivo de antibióticos.

Informes médicos recientes han indicado que el abuso de antibióticos para combatir cualquier tipo de infección está haciendo que las bacterias patógenas adquieran una resistencia cada vez mayor a esas medicinas al punto de hacerlas inocuas.

Durante una reunión en Chicago, estado de Illinois, la Comisión de Delegados expresó "grandes dudas" respecto a la utilidad real de los jabones "bactericidas". "No hay ninguna prueba de que hagan algún bien y existen razones para sospechar que podrían contribuir al problema" al crear bacterias resistentes a los antibióticos, manifestó Myron Genel, presidente del Consejo de Asuntos Científicos de la Asociación Médica de Estados Unidos.

La crítica contra los jabones antibacterianos fue rechazada por la Asociación de Productores de Artículos de Cosmética y Fragancia que insistió en su utilidad para prevenir infecciones.

 

Terapia genética: sin demasiado optimismo

SHERYL GAY STOLBERT / NYT ,

La terapia génica dejó atrás sus desmesuradas expectativas cuando el pasado otoño un joven de Tucson murió en un experimento que se realizaba en la Universidad de Pennsylvania. Pero mientras políticos y prensa de EE UU han dedicado el año a centrarse en las acusaciones de falta de control por parte del Gobierno y de la poca consistencia de los experimentos, la ciencia ha ido avanzando a paso tranquilo y constante. Dos mil especialistas en terapia genética de todo el mundo se reunieron hace unos días en Denver con una mezcla de sentimientos (preocupación y arrepentimiento, entusiasmo y un poco de desafío) en la tercera conferencia de la Sociedad Americana de Terapia Genética (ASGT). Según reconocieron todos, el año ha supuesto una cura de humildad.

"Al final todo está cuajando", afirmó Savio L. C. Woo, un biólogo molecular de voz suave, quien, como presidente de la ASGT, se ha visto obligado a declarar ante el Congreso en más de una ocasión a lo largo de los últimos meses. "Por fin estamos viendo un rayo de esperanza de que esta nueva tecnología dé frutos clínicos. Y, sin embargo, hemos sufrido este grave revés".

El revés, por supuesto, fue la muerte de Jesse Gelsinger, de 18 años, que padecía un desorden metabólico y se había presentado voluntario a un experimento para probar la terapia génica en bebés con una forma mortal de la enfermedad. Su presencia se sintió fuertemente en la conferencia. Woo, en su discurso como presidente, pidió a los asistentes un minuto de silencio por "el joven que ha dado su vida por conseguir un tratamiento ideal" y "para asegurarle en espíritu que la comunidad científica está dispuesta a hacer todo lo posible por ayudar a que su sueño se cumpla algún día".

Las consecuencias de la muerte de Gelsinger han tenido un efecto de onda. Puso en marcha una discusión sobre el conflicto económico de intereses en los experimentos de terapia genética y ha supuesto un freno a los experimentos en humanos; un funcionario de la FDA, la agencia estadounidense para el control de alimentos y medicamentos, que recientemente ha impuesto normas más estrictas para controlar los experimentos clínicos de terapia génica, afirmó que las solicitudes para probarla en personas habían caído drásticamente en los últimos meses.

Demasiado deprisa

"El campo está en transición", dijo Robert Malone, investigador en la Universidad de Maryland. "Creo que está evolucionando hacia un reconocimiento más sobrio y realista de lo que es alcanzable". Rajendra Kumar-Singh es un caso típico. A los 32 años, Kumar-Singh es profesor adjunto de Oftalmología en la Universidad de Utah y acaba de empezar su carrera profesional en terapia génica. Está estudiando tratamientos contra la retinitis pigmentosa, una enfermedad hereditaria que produce ceguera. Afirmó que administrando una infusión de virus genéticamente alterados a crías de ratón se ha retrasado la ceguera durante 10 semanas en animales que de otra forma habrían perdido la vista a los 17 días de nacer.

Pero Kumar-Singh afirmó que hay que tener mucho cuidado antes de probar la terapia en personas. "Quizá estábamos avanzando demasiado deprisa", reconoció, haciéndose eco de los sentimientos de algunos detractores, entre los que se incluye Harold Varmus, anterior director de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), que consideraba que los investigadores de terapia génica pasaban con demasiada rapidez a los experimentos clínicos.

La idea que respalda la terapia genética es muy simple: tratar o curar enfermedades aportando genes sanos a pacientes con genes defectuosos. Pero en los 10 años transcurridos desde que los NIH llevaron a cabo el primer experimento en humanos en Bethesda, Maryland, los resultados han sido, en general, decepcionantes. "Cura", la "palabrita que empieza por c", como la llama R. Michael Blaese, que llevó a cabo el primer experimento de terapia génica en 1990, es una palabra que los investigadores han aprendido a utilizar con precaución. "No vamos a hablar de cura", afirmó Alain Fischer, del hospital infantil Necker, de París. "Cura significa para siempre". Y, sin embargo, el trabajo de Fischer sobre bebés con una forma de inmunodeficiencia combinada grave es lo más próximo a la cura que ha visto la terapia génica. Su estudio proporcionó a los partidarios de esta terapia algo de lo que carecían: una prueba de que la idea puede funcionar.

Los resultados de Fischer, publicados en abril en la revista Science, fueron un tema muy popular entre los científicos presentes en Denver. "El campo es ahora un principio establecido en medicina", dijo Theodore Friedmann, profesor de la Universidad de California en San Diego, que trabaja en terapia génica desde 1968. "Ésa es la historia: un concepto completamente nuevo en biomedicina, irrefrenable, y está empezando a funcionar".

En el artículo de Science, Fischer narró el fructífero tratamiento a dos bebés, los cuales mantenían sistemas inmunes normales 10 meses después de recibir la terapia genética. En Denver, declaró a los periodistas que desde entonces había tratado a tres niños más. De los cinco, cuatro han experimentado "una recuperación completa o casi completa" del sistema nervioso. La evolución del quinto no está clara. Los expertos afirman que una de las razones por las que Fischer tuvo éxito donde otros habían fracasado es que la terapia génica es especialmente adecuada para la inmunodeficiencia.

El primer experimento de terapia génica en humanos, realizado por Blaese y W. French Anderson, tenía como objeto curar la deficiencia de adenosina deaminasa (ADA), otra forma de inmunodeficiencia combinada grave. Pero ha sido difícil evaluar el resultado de ese estudio porque hay un fármaco, la inyección de DAA-PEG, disponible para los niños enfermos, y los científicos no consideran ético suspender el medicamento.

Sin embargo, en Denver, un investigador italiano, Claudio Bordignon, anunció que había resuelto ese problema al haber tenido "la fortuna de encontrar a una paciente desafortunada", una niña que no responde bien al tratamiento. A la paciente, que ahora tiene cinco años, se le administró la primera dosis de genes correctores en 1996 y se le fue retirando poco a poco el fármaco. Ahora lleva un año sin tomar el medicamento y su sistema inmune funciona mejor ahora que antes, explicó Bordignon.

Planteó la teoría de que el fármaco podría haber suprimido de alguna manera los efectos de la terapia génica. "Después de suspender el DAA-PEG", explicó, "todas las células diseñadas genéticamente salieron a la luz".

Cuándo llegará la terapia genética sigue siendo tema de debate. La mayor parte de los experimentos se están realizando todavía en animales, y aquellos realizados en personas han producido resultados mixtos. Por ejemplo, científicos de Vical, una empresa de San Diego, comunicaron en Denver los resultados preliminares de 52 pacientes incluidos en un estudio a 70 enfermos con cáncer avanzado de piel. En el estudio se administra directamente en los tumores un gen que alerta al sistema inmune para que destruya el tejido ajeno.

Según Deirdre Y. Gillespie, jefe de operaciones de Vical, el 10% de los pacientes respondieron extremadamente bien a la terapia, con una reducción del tumor de un 50% o superior. En otro 15% de los pacientes la terapia detuvo el avance de la enfermedad, y también redujo el tamaño de los tumores en algunos de esos pacientes.

Quizá no sean unos resultados espectaculares, pero, como dijo Gillespie, ahora no hay un tratamiento eficaz contra el cáncer avanzado de piel, y todos los demás tratamientos habían fracasado en esos pacientes. Por tanto, en cierto sentido, el estudio sobre el cáncer ejemplifica el estado de la terapia genética en general. Blaese lo resumió así: "Sólo hace diez años que empezamos".

En busca de nuevos vectores

Una de las causas de los pobres resultados de la terapia génica es que los científicos han tenido problemas para diseñar los vehículos de aplicación, denominados vectores, que puedan introducir los genes en las células adecuadas y hacer que funcionen una vez allí. Los vectores se realizan generalmente introduciendo los genes en virus desactivados que tienen como objetivo determinadas células, infectándolas literalmente con ADN sano.

Sin embargo, la muerte de Jesse Gelsinger ha planteado cuestiones de seguridad sobre uno de los virus más utilizados, el adenovirus, que causa el resfriado común. En la mayoría de los pacientes, el adenovirus produce síntomas ligeros, parecidos a los de la gripe. Pero en Gelsinger produjo una respuesta inmune mortal.

Incluso antes de la muerte de Gelsinger, los biólogos moleculares empezaban a centrar su atención en un virus diferente, el virus adenoasociado o VAA, que se cree más seguro que el adenovirus. Ahora, un equipo de investigadores del hospital Infantil de Filadelfia, la Universidad de Standord y la empresa de biotecnología Avigen está obteniendo resultados prometedores en pacientes de hemofilia que recibieron una forma genéticamente diseñada del VAA que contiene el gen para la producción del factor IX de la coagulación.

El equipo, dirigido por Katherine High, del hospital Infantil de Filadelfia, inició un pequeño estudio de seguridad después de descubrir que el tratamiento podía curar a los perros de la hemofilia. Hasta el momento, se han apuntado seis pacientes. Los tres primeros recibieron una terapia genética a una dosis tan baja que no era eficaz en los perros. Pero, para sorpresa de los científicos, los pacientes comenzaron a expresar cantidades mínimas del factor IX, suficientes para mejorar su enfermedad y reducir su necesidad de recibir el tratamiento establecido contra la hemofilia, las inyecciones del factor IX.

"Estábamos encantados, pero nos sentíamos escépticos", afirmó Catherine S. Manno, la doctora que dirige el experimento clínico. "Sólo después de repetidas mediciones a lo largo de un periodo de meses nos convencimos de que estos niveles eran reales". Aunque los experimentos contra la hemofilia están todavía en las fases iniciales, Donald B. Kohn, inmunólogo del hospital Infantil de Los Ángeles, asegura: "Estamos a punto de poder curar la hemofilia con este método".

 


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