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Editado en Bogotá D.C.

De los Estados "Corporativos"

A comienzos de los años ochenta un experto en salud pública procedente de Argentina comentaba a otros expertos reunidos en Medellín, en el Congreso Internacional de Medicina Social, que su austral país atravesaba por una fase de organización del Estado que definía como "Corporativa".

Al avanzar en las explicaciones, señalaba que las decisiones se tomaban en el Gobierno argentino no guiadas por los intereses de las mayorías en la nación, sino por los intereses de los gremios económicos, cuyas mínimas exigencias se traducían en plazos brevísimos en decretos del Ejecutivo.

La enorme capacidad de presión de estos gremios, por supuesto obedecía a la ausencia de democracia, al acuerdo implícito de sostenimiento mutuo de la dictadura militar y los grandes poderes económicos y a la imposibilidad de hacerse escuchar de otros sectores de la sociedad con menos poder. El control de los medios de comunicación por parte del Gobierno y los grupos económicos completaba el cuadro del Estado Corporativo y nada democrático.

Traemos la referencia porque, en ciertas ocasiones, parecería que el Sistema General de Seguridad Social en Salud de Colombia tuviera un comportamiento similar al del Estado Corporativo descrito por el académico argentino. Similar en el sentido de que, muchas veces, las normas expedidas parecen más dirigidas a solucionar los intereses particulares de influyentes gremios, que a corregir los problemas estructurales del mismo Sistema y llevarlo a buen destino, es decir, aquel que supone el interés general.

Y es que, como reza el aforismo, la suma de las partes no es igual al todo. El Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud se creó como organismo de concertación para tener en cuenta los interses de las partes, pero también para guiar el barco del Sistema a buen rumbo por una ruta nueva y desconocida, con el concurso de la experiencia de todos.

Cuando los intereses de las partes predominan sobre el interés general, corre riesgo el Sistema entero. Sucede como en el cuento, cuando se comen la gallina de los huevos de oro. Ocurre lo que ocurrió en el Hospital Infantil, donde las asociaciones de médicos exprimieron la institución hasta dejarla en el lamentable estado que la condujo a la quiebra irremediable algunos años después, aunque ahora se pretenda culpar a los trabajadores y sus prestaciones de tal catástrofe.

Con las recientes normas expedidas por el Gobierno se observa claramente esta tendencia de darle gusto a unos y otros intereses, por supuesto no siempre en forma equitativa, y se burla la concertación. Estas decisiones dirigidas a beneficiar a unos u otros actores siempre perjudican el interés general, actitud desgraciadamente tan frecuente en nuestro país. Sí, el país que sigue privilegiando a los vivos, a los que siempre buscan sacar ventaja sobre los demás, a quienes nunca observan otra cosa que el interés propio.

Esta actitud, que se refleja hasta en la forma de conducir, acaba por obstaculizar el avance de todos, genera día a día el conflicto social y no puede considerarse una actitud inteligente ni menos socialmente responsable. Menos aún cuando se observan sus efectos a mediano y largo plazo. A largo plazo los vivos no demuestran más que un comportamiento primitivo y una conducta antisocial, que acaba por destruir al país. Ejemplos tenemos más de la cuenta. La inteligencia consiste exactamente en lo contrario, en trabajar por el interés común, en ser capaces de construir una organización social y un país mejor para todos.

Alguien señalaba que la salud ahora es un negocio. No hay problema, si por negocio se entiende el éxito de una empresa que es capaz de entregarle el mejor producto o servicio a los consumidores al menor precio posible y de esta forma obtiene mayores utilidades y desplaza en el mercado a otras empresas. Esta función social de las verdaderas organizaciones empresariales es la que trae el progreso, pues beneficia a toda la comunidad. Ahora, si se entiende por negocio el aprovecharse de las circunstancias, de la ignorancia o la debilidad de los usuarios, de las prebendas del poder, para obtener ventajas y utilidades por caminos distintos al buen servicio, es decir el negociado, estamos perdidos.

 


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